Por Carlos Alberto Giraldo M.
Cómo le han dolido al Gobierno Nacional las declaraciones del gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, respecto de una economía estancada que no reacciona así tengamos a un presidente que como congresista mostró algunas habilidades para abordar un asunto tan complejo.
A Iván Duque se le siente hoy cierto desespero por demostrar, a veces con tono de mariscal, que es capaz de llevar las riendas de un país bronco, que patea duro.
Acaba de responderle así a la Corte Constitucional, que sentó jurisprudencia para dejar sin piso un Código de Policía que se sabía iba a ser fuente de abusos e interpretaciones caprichosas de los agentes de turno. Y ahora sus ministros salen a refutar una opinión, por supuesto fundada y calificada, la del gerente del Banco de la República: que esta economía no despega ni navega en ríos de leche y miel como lo prometió Duque hace un año, en campaña.
El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, y el de Comercio, José Manuel Restrepo, difieren de Echavarría. Le exigen al Banrepública hablar en un contexto serio (¿?). Vaticinan que el país, “en un entorno neutral”, crecerá a tasas del 3,6 %. Sostienen, con cifras del Dane, que está creciendo la inversión extranjera, que hay mayor confianza industrial y comercial y que somos más competitivos. Que la venta de automóviles y el consumo van en aumento.
Pero ante los banqueros, Juan José Echavarría sostuvo que el PIB del primer trimestre no fue de 2,8, como dijo el Dane, sino de 2,3. Que las exportaciones, incluso con el precio alto del dólar, se redujeron, y que el desempleo en abril fue del 10,3 % (0,8 % más alto que el mismo mes de 2018). La cifra de desocupación femenina es del 13 %, la más alta en seis años.
Lo cierto es que “el milagro económico de Duque” está por verse. Hay 2,7 millones de desempleados y la llegada de más de 1 millón de migrantes venezolanos estrechó y deprimió la cantidad y calidad de la oferta laboral-salarial.
Alguien habla y pregona resultados más allá de las cuentas, favorables o desfavorables. Me inclino por creerle al Banco de la República, un organismo meridiano, sin el afán de los triunfos políticos de Carrasquilla y Restrepo. Como ciudadano de a pie, se advierte en Medellín, por ejemplo, el cierre de numerosos establecimientos, con impuestos impagables y clientelas encogidas. El Gobierno se queda con el éxito de las grandes empresas, pero desconoce la situación apremiante de las medianas y pequeñas.
La promesa de una mejoría perceptible, ascendente y alentadora de la economía, por ahora está en eso: solo cantos de sirena.