Por Armando Estrada Villa
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Los colombianos debemos admitir que existen faltas en nuestro comportamiento que apremia corregir, pues dificultan nuestro desarrollo como país y convivencia como nación. Estas son: la falta de ética social que conduce a la cultura del atajo y al enriquecimiento fácil y rápido, la falta de apertura mental que lleva al mantenimiento de prejuicios y al conformismo, la falta de espíritu de tolerancia que trae consigo agresividad y descalificación, la falta de continuidad y firmeza en los propósitos que conduce a la pasividad y al pesimismo, la falta de sentido de cumplimiento del deber que lleva a la irresponsabilidad y a quejas y lamentos, la falta de coherencia entre el pensamiento y la acción que implica contradicciones entre la teoría y la práctica, el consejo y el ejemplo, los objetivos y el esfuerzo y la falta de evaluación de méritos que conduce a la cultura de la intriga y al desestímulo de la educación.
¿Y qué hacer frente a estas faltas en nuestro comportamiento? Deben actuar las instituciones públicas y privadas, pero de manera principal e insustituible las personas. Y para ello se requieren varias acciones. De una parte, la construcción de una ética social que rechace la corrupción, el narcotráfico y la violencia como formas de obtener poder y riqueza, que convenza que el fin no justifica los medios y que los medios utilizados en la consecución de los fines deben ser lícitos. De otra, inculcar el sentido del cumplimiento del deber para que cada uno realice lo mejor que pueda aquello que debe realizar, no solo que denuncie lo que está mal, sino que se comprometa cambiarlo y haga algo por mejorarlo. Además, escapar al optimismo fácil y al pesimismo definitivo mediante la fijación de metas ambiciosas acompañadas de aprendizaje de las experiencias, trabajo, tenacidad y compromiso como palabra empeñada y obligación contraída.
Por otro lado, practicar la apertura mental para comprender que algunas verdades convencionales nos tienen en la actual situación, por lo que es necesario rechazar dogmas, derribar prejuicios, pensar por sí mismo y vencer la pereza mental. Igualmente, estimular la curiosidad y estructurar mecanismos para crear inconformidad e incitar al cambio y al mejoramiento. Entender que ideas, conocimiento, tecnología y capital provenientes de afuera son convenientes. Al mismo tiempo, trabajar con visión de largo plazo y sentido de futuro para lo cual es indispensable establecer tareas de gran aliento y duración, determinar un ritmo y sostenerlo, aprender que el futuro no está predeterminado y que se construye con dedicación y esfuerzo, pues nada es dado gratuitamente.
De igual forma, es necesario crear un clima de tolerancia en el entendido de que tolerar es soportar algo que se critica o desaprueba voluntariamente, esto es, cuando se tiene el poder de sustituirlo o cambiarlo. Urge convertir la tolerancia en un valor por cuanto significa respeto al otro, porque nadie posee el monopolio de la verdad ni la razón absolutas y también porque no hay prueba concluyente o contraprueba igualmente concluyente sobre la certeza de las ideas políticas. A su vez, la educación que se ocupa de la socialización y formación moral de la persona, se impulsa si se crea una demanda para ella, que reconozca méritos por encima de la intriga y la recomendación.
Ojalá a las metas fijadas para el 2020 por los colombianos, unan estos propósitos.
