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Ernesto Ochoa Moreno
Columnista

Ernesto Ochoa Moreno

Publicado

“¡Qué extraña locura!”

Por ERNESTO OCHOA moreno

ochoaernesto18@gmail.com

El pasado 1 de octubre fue el día de santa Teresita. Había muerto la víspera, 30 de septiembre, en el año de 1897, hacia las siete de la noche, carcomida por la tisis a los 24 años. Había entrado al convento de Lisieux a los 14 años de edad. Su doctrina de la infancia espiritual sigue atrayendo, como propuesta de vida interior y compromiso de esperanza.

La agonía de Teresa fue dolorosa. Por los sufrimientos de su enfermedad y porque la dulce muchacha francesa soportó en sus últimos días una aguda crisis de fe y de esperanza. Queda registro de esa agonía, ya que sus hermanas fueron anotando día a día sus últimas palabras.

Verdadera mártir de la esperanza, Teresa de Lisieux fue un testimonio de la heroicidad que implica ser fiel a la vida, a esta vida a secas, sin misticismos ni arrobamientos, a la que casi todos, estamos destinados.

A partir de junio de ese 1897 fue trasladada a la enfermería. “Hacia las cinco (del 30 de septiembre) -cuenta la madre Inés de Jesús, su hermana de sangre Paulina, -yo estaba sola con ella. Su semblante cambió de pronto y comprendí que era la última agonía (...). Tenía en las manos un crucifijo y lo miraba sin cesar. Durante más de dos horas desgarró su pecho un terrible estertor. Tenía el rostro congestionado, las manos amoratadas, los pies helados y le temblaban todos los miembros. Un sudor abundante perlaba su frente con gotas enormes que le resbalaban por las mejillas. La opresión era creciente y de vez en cuando, para respirar, emitía débiles gritos involuntarios

(...)A las seis, cuando sonó el ángelus, miró largamente la estatua de la Santísima Virgen. Por fin, a las siete y algunos minutos (...) suspiró:

-Madre, ¿no es esto la agonía?

-Sí, pobrecita mía, es la agonía, pero tal vez Dios quiera prolongarla algunas horas más.

Ella continuó valientemente:

-Pues bien... ¡adelante...! ¡adelante...! No quisiera sufrir menos tiempo...

Y mirando al crucifijo: -¡Lo amo...! ¡Dios mío..., te amo...!

Y de pronto, tras pronunciar estas palabras, cayó suavemente hacia atrás, con la cabeza inclinada hacia la derecha (...)”

Morir de amor es una poesía escrita por Teresa 1895. Ese grito “Vivre d’amour... Mourir d’amour”, evoca el romanticismo francés.

“Vivir de Amor”, se titula el poema. Empieza “Au soir d’Amour...” (en la tarde del Amor), y en todas la estrofas, hasta la 13, se repite en el primer verso el grito “Vivre d’Amour”, pero en las dos últimas, 14 y 15, se cambia por “Mourir d’Amour”. Vivir de amor lleva ineludiblemente a morir de amor. “Vivre d’Amour, quelle étrange follie!” (¡Vivir de amor, qué extraña locura!).

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