Los ex, hay que reconocerlo, son un dolor de cabeza. Tuvieron mucho poder sobre nosotros, no se acostumbran a estar en un segundo plano, y se la pasan tuiteando y haciendo cualquier cosa para llamar la atención. Me refiero, por supuesto, a los expresidentes.
Hay expresidentes que desaparecen de los titulares y de la vida pública de un país, como el estadounidense George W. Bush. Ellos decidieron que la mejor contribución que le pueden hacer a la nación es dejar en paz al presidente en turno. Hay otros, como Álvaro Uribe de Colombia -y a quien nadie le ha avisado que ya no es presidente- que se sienten con el derecho de opinar de todo y de todos.
Y luego están los rateros. Esos que aprovecharon sus años en el poder para enriquecerse. Es difícil...