Los estadounidenses tienen que escoger qué tipo de país quieren ser: hostil a los extranjeros, cerrado al mundo y prejuiciado contra las minorías -como sugiere el presidente Donald Trump- o generoso, abierto e incluyente, como ha sido su tradición durante más de dos siglos. La decisión debería ser fácil. Pero no lo es.
La caravana de refugiados centroamericanos que llegó recientemente a la frontera entre Tijuana, México y San Diego fue recibida con frialdad y sospecha por parte de las autoridades migratorias de Estados Unidos. ¿Por qué? Porque su jefe, Trump, ya se había encargado de presentarla falsamente como un grupo de delincuentes. “CRIMEN”, escribió Trump en un tuit, al referirse a la caravana.
Trump propaga la idea de que Estados Unidos...