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Por Armando Estrada Villa - redaccion@elcolombiano.com.co
En el fútbol espectáculo, diversión pasiva que a veces se troca en pasión y en sufrimiento, son cada vez más frecuentes las situaciones límite provocadas por los ataques de los hinchas o fanáticos a jugadores del equipo contrario - y aun del equipo de su simpatía cuando cometen errores o no tienen buenos resultados -, a los árbitros, a los hinchas del equipo rival o a los directivos. Si bien el fútbol es competencia o rivalidad, lo que se ve actualmente es que esa rivalidad se torna conflictiva y conduce a la violencia física, la agresión letal, los disturbios y el vandalismo. Entre los factores causantes de estas prácticas portadores de odio y virulencia sobresalen el racismo y el fanatismo.
El racismo, entendido como el prejuicio que se fundamenta en distinciones físicas que los miembros de una comunidad consideran socialmente significativos, y que lleva a que determinadas personas crean que ciertos individuos son superiores o inferiores en virtud del color de su piel. Los hinchas tienen en cuenta el color de la piel de los jugadores de los equipos rivales a quienes insultan, no de los equipos de su querencia. De allí, que los hinchas del Valencia, que ocasionaron el censurable incidente racista, agredieron a Vinicius no tanto por ser negro, sino porque es jugador estrella del Real Madrid, equipo de debía enfrentarse al Valencia. Jugadores negros tienen en su plantilla el Real Madrid, el Barcelona, el Valencia, el Sevilla, entre otros, que son vitoreados y aplaudidos cuando juegan bien y contribuyen al triunfo de sus equipos.
Los agravios a los jugadores negros no tienen como fundamento el color de la piel, sino el que son del equipo contrario a las simpatías del que profiere los insultos, pues cuando se trata del equipo que respalda el hincha no se presentan agravios ni ofensas. Por eso, puede afirmarse que esas rechazables conductas racistas se deben más al fanatismo creado en torno al fútbol. Si es negro de mi equipo nada pasa, pero si es negro del equipo contrario y además juega bien es objeto de discriminación e intolerancia.
El fanatismo, entendido como la defensa tenaz, desmedida y apasionada del equipo de preferencia del hincha, produce exaltación, arrebato de la mente y fidelidad a toda prueba, que no admite objeciones ni límites y que incluso suscita violencia, como se evidencia con los dos muertos y los 14 heridos por un enfrentamiento entre hinchas después de un partido entre Nacional y Medellín; con los 28 heridos en Manizales por los ataques de las barras bravas a los jugadores de Once Caldas; con los 133 muertos en Indonesia por la invasión de aficionados al terreno de juego; con las doce personas muertas y las 290 lesionadas por la batalla entre barras bravas en El Salvador; con la contienda entre fanáticos que impidieron que se disputase un partido en Grecia, lo que obligó a la suspensión del campeonato, entre otros.
Con un fanatismo exacerbado y un racismo selectivo, el espectáculo futbolero trae consigo actos de barbarie dentro y fuera de los estadios, que demuestran que el fútbol no instruye hacia la comprensión y el entendimiento, sino que excita la rivalidad; no relaja, sino que produce tensión e inestabilidad emocional; no equilibra el ánimo, sino que genera ansiedad e irritación, situaciones que en lugar de educar en los valores del deporte deseducan.