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Retórica y más retórica para sostener una especie de amenaza para que las instituciones actúen según sus intereses.
Por Rafael Pardo Rueda - opinion@elcolombiano.com.co
En estos días vino a mi memoria un post de Moisés Wasserman en X: ¿Será que estamos equivocados y el Presidente Petro no tiene planes sino simplemente ocurrencias? Pues la respuesta es sí. Pero de pronto son ocurrencias que le sirven para planes que aún no estamos entendiendo. De otra manera no se puede explicar que cada semana entremos en un desgastante período de análisis sobre las reales posibilidades y consecuencias de las ocurrencias del mandatario.
Cada semana literalmente se saca de la manga una: cabildos abiertos, consultas populares y ahora una papeleta para convocar a una asamblea constituyente, acompañadas o promovidas por sus ministro del Interior y de la Justicia.
Escuchar a Eduardo Montealegre hablar es realmente delirante. En buena hora el abogado Mauricio Gaona en conversación a través de los medios Prisa Media, le recordó que la oposición es el precio que se paga por tener una democracia, con lo cual a Montealegre no le sirvieron sus citados estudios alemanes para sostener todas las fallas de sus argumentación jurídica.
Ya la consulta no va. El decretazo quedó sepultado porque el Congreso logró la aprobación de la reforma laboral que el gobierno quería y cuyo texto merece un análisis de fondo sobre el mercado laboral y la competitividad. Pero el ministro de Justicia ni siquiera firmó su convocatoria por no haberse posesionado. ¿No sería que temía un ser juzgado por prevaricato?
Retórica y más retórica para sostener una especie de amenaza para que las instituciones actúen según sus intereses. Y ahora vamos a la última ocurrencia. Se les cae la consulta y el presidente anuncia que introducirá una papeleta en las próximas elecciones, la ya llamada octava papeleta, para que el próximo gobierno convoque a una asamblea constituyente.
Como si cambiar la Constitución del 91 fuera cuestión de meter literalmente una papeleta. De nuevo desconocen el estado de derecho y la normatividad que nos rige, y que los rige. Bien lo ha dicho la directora de la Misión de Observación Electoral, Alejandra Barrios: para cambiar la Constitución a través de una asamblea constituyente tanto el Senado como la Cámara deben aprobar una ley para convocar a los ciudadanos colombianos a las elecciones. Y debe tener claridades de fondo: quiénes la integrarán, el sistema de elección de los integrantes, los temas que tratará y luego de esto, deberá pasar por la Corte Constitucional para que emita el concepto sobre la constitucionalidad
El abogado Juan Pablo Estrada lo advierte: “Los escenarios del 90 eran muy distintos. Hoy hay procedimientos reglados en la Constitución. En el orden sociopolítico en ese momento había una claridad de que había una lucha contra el narcotráfico, que se iba a firmar la paz con el M-19 y que había que crear un nuevo orden constitucional. Hoy no”.
Yo me pregunto, ¿qué es lo que quieren cambiar porque no han podido cambiar? ¿El sistema de separación de poderes que tanto les molesta y sobre el cual se soporta la democracia? Por ahora los planteamientos del ministro Montealegre al menos deberían provocar un debate de control político.