Por Armando Estrada Villa - redaccion@elcolombiano.com.co
La noticia sobre la suspensión de obras en el autódromo del Central Park, ubicado en zona residencial de Bello, es un excelente anuncio, porque permite reflexionar si el uso que se le está dando a este amplio espacio y la inversión de recursos públicos que allí se realiza son convenientes para la comunidad.
Y la reflexión debe realizarse con varios enfoques: ambiental, social, económico y deportivo. En lo ambiental, la terminación de este escenario afectaría gravemente el medio ambiente y la salud auditiva, pues la emisión de CO2 y los niveles de ruido producidos por carros y motocicletas convierten este lugar en foco de contaminación atmosférica y sonora que degrada el medio ambiente y atenta contra la salud. Para la OMS, las contaminaciones atmosféricas y por ruido son las principales causas ambientales de problemas de salud, como neumonía, bronquitis, asma, cáncer de pulmón, pérdida auditiva, estrés, depresión y daños del sistema nervioso. Aire contaminado y ruido son nocivos para la salud de los asistentes al autódromo y más para los residentes en zonas aledañas. Riñe el funcionamiento del autódromo con la “protección del medio ambiente” y las “medidas contra el cambio climático” del Plan de Desarrollo de Antioquia.
Desde el punto de vista social, un parque como el que debiera desarrollarse en Bello fomentaría la recreación activa y pasiva y el sano esparcimiento de la comunidad, ayudaría a la protección de espacios al aire libre y de las especies nativas de plantas y animales, reduciría el elevado déficit de zonas verdes, mejoraría la calidad del aire, combatiría el cambio climático y serviría de escenario al alcance de la comunidad para todo tipo de actividades deportivas, recreativas, contemplativas y culturales. Como el autódromo restringe la posibilidad de llevar a cabo estas benéficas tareas porque reduce el terreno aprovechable y los motores envenenan el aire y producen intenso ruido, resulta incompatible el funcionamiento en este espacio del parque recreacional y el autódromo.
En lo económico y deportivo, puede preguntarse si construir con recursos públicos un escenario para la práctica de un deporte elitista, que resta posibilidad a la práctica de los deportes populares, es una buena inversión; o si, en un departamento con necesidades básicas insatisfechas, emplear fondos públicos para satisfacer la pasión por la velocidad de unos pocos practicantes y aficionados resulta correcto. Además, los deportes a motor, dados los altos costos que exige su práctica, no son accesibles para todas las personas como sí lo son otros deportes.
Necesita el valle de Aburrá una unidad deportiva con senderos peatonales, canchas de fútbol y básquetbol, piscinas, áreas para juegos de niños, gimnasios al aire libre, zonas para aeróbicos, patinaje, ciclismo y atletismo, que son actividades lúdicas que tienen mayor cobertura social que los contaminantes deportes a motor, mejoran la salud física y mental y preservan el medio ambiente. Todavía es posible, señor gobernador, darle un mejor uso a este terreno para bien de la comunidad.