La decisión que tomó la mayoría el 2 de octubre está obligando a la dirigencia y a la sociedad colombianas a abordar un asunto que muchos quisieron pasar por el alto en el proceso de resolución del conflicto que las Farc le plantearon al país décadas ha: la inclusión de la oposición social y política cuyo vocero más conspicuo es Álvaro Uribe. El gobierno de Santos quiso hacer una paz a costa de lo que pensaba –ya lo sabemos– medio país, con todo lo que ello implica. Quizá no sea cortés decirlo, pero esa advertencia la hicimos varias veces a lo largo de estos años.
La victoria del no –tajante más allá de los números (“Un no contundente”, El Espectador, 04.10.16)– supone una distribución plural de los protagonismos, más allá del ejecutivo y de...