En octubre del año pasado estuve donde el padre Nicanor. Más exactamente, fue el 15, día de santa Teresa. El viejo cura me había invitado a la misa que iba a celebrar en su honor, como suele hacerlo cada año. Estaba lleno el templo, o sea la casita campesina que alquiló cuando le anunciaron su retiro de las actividades pastorales. Lleno, es un decir: estábamos él, Mariengracia y yo. Los dos somos su feligresía.
Y dicha la misa, el esperado desayuno de la sobrina, con chocolate y buñuelos. Una delicia que bien conversada se lleva toda la mañana. El tío se torna amable y dicharachero. A la hora del almuerzo, de nuevo la prima se lució con una sopa de arroz con carne molida, tajadas fritas de papa y de plátano maduro. Y ají pique y aguacate, que no le pueden faltar a un Ochoa.
-Papas fritas en homenaje a santa Teresa -advirtió el padre.
-¿Papas fritas por Santa Teresa?
-Si no lo sabes, sobrino, la mística carmelita española fue la inventora, la creadora de ese manjar que llamamos papas fritas.
-Tampoco, padre. Ya tiene la santa de Ávila demasiados méritos para endilgarle este de haber inventado las patatas fritas, como diría ella en su rancio español.
-Pues para que no creas que es el invento de un cura envejecido y fantasioso, como yo, lo dice nada más ni nada menos que el historiador de arte belga Paul Ilegems, quien es el fundador del museo de las papas fritas, el Friet Museum, de la capital belga. No sé si sabes que las papas fritas son casi como un plato nacional en Bélica.
-A ver, tío, vamos despacio. ¿Como es la historia?
-Hay una carta de Santa Teresa enviada desde Ávila el 19 de diciembre de 1577 a la priora de Sevilla, María de San José, en la que se lee: “La suya recibí, y con ellas las patatas y el pipote y siete limones. Todo vino muy bueno...”
-¿Y?
-A Santa Teresa le encantaba cocinar. Ella decía que también entre los pucheros anda Dios. Y estando en Sevilla, seguramente con los envíos que desde América le hacían sus hermanos (que todos, siete, vivieron entre nosotros) llegaban bolsas llenas de papas. La santa, junto con sus monjas, experimentó en el fogón conventual con los exóticos tubérculos que le mandaban sus hermanos desde las Indias hasta que logró la receta de lo que serían las patatas fritas.
-Se non e vero e ben trovato.
-Consulta y verás que es histórico. Después te cuento más. Cómo llegaron las papas fritas, también vía carmelitas descalzas a Bélgica y otros chismes conventuales. Mejor, comamos. Buen provecho. Que sí, “también entre pucheros anda Dios”