Señor, perdona la confianza pero creo que deberías aclarar que no intervienes en política, que no estás con ni contra nadie, que eres imparcial, que trabajas para todos. Y que a todos nos perdonas. Es tu oficio, dicen que decía un filósofo alemán.
Una declaración de principios como la que tímidamente sugiero podría acabar con tanto locato (= fundamentalista) como los que atentaron contra la ironía y el irreverente humor de los integrantes del equipo de “Charlie hebdo”.
El despropósito me tiene todavía con el corazón a media asta, vuelto hilachas como una bandera derrotada. Quedé sin norte, sur, oriente ni occidente. Después de ese 11 de septiembre a la francesa me late que pierdes el tiempo fabricando estrellas, diría con Víctor Hugo.
Luego de la irrupción de los terroristas al sancta sanctorum del consejo de redacción del semanario grité a la rosa de los vientos: “Je suis Charlie”.
Por las imágenes de la historia sagrada de Bruño descubrimos que solías aparecer detrás de una nube para tirarles línea a los primeros inquilinos del paraíso.
El mundo estaba tan tierno que apenas habías creado el eco, antecedente jurásico de internet y de su carnal el correo electrónico que, irónicamente, nos volvió solitarios a los más de siete mil millones que contaminamos este vividero.
También utilizabas la instancia del sueño, tu invento estrella para mi gusto. No pocas veces te valías de los ángeles para enviar mensajes.
Repito, Señor, que no voy a definir tu agenda. ¡Dios me libre! Pero insisto en que no sobraría ponerle el tatequieto a la extendida costumbre de despistados del gajo de abajo y de arriba, que tratan de justificar atentados como el de París con el cuento chino de que lo hacen en tu nombre.
Operas bajo la razón teológica de Dios, Jehová, Alá, Buda, la sagrada trinidad india, Mahoma y no sé cuántas “advocaciones” más. Como hay que escoger enemigos pequeños para que no nos trituren, este servidor de tintos, por respeto a los amores teológicos ajenos, no la emprendería contra ninguna de esas divinidades.
Por eso discrepo del demoledor humor de Charlie. En este caso, con el francés que nos enseñó el profesor Hermelin en el Colombo-Europeo de Medellín, diría: Je ne suis pas Charlie.
Si hasta el presidente Bush hizo caer un diluvio de bombas sobre el paraíso. Todo dizque porque lo habías dateado.
Tampoco estaba dateado por el Espíritu Santo el papa Francisco, cuando hace poco avaló darle en la jeta a quien le miente a uno la madre. Entiendo que el mandato claro de Chucho, tu enviado especial, es poner el otro cachete, lo que me parece pésimo programa. Deduzco que el día del lapsus de Francisco, el Espíritu Santo había tomado compensatorio.
Y dichas estas inocentes blasfemias desaparece el espanto. (Menos mal el infierno tampoco existe)