Nunca había estado en la encrucijada de necesitar escribir algo con urgencia, pero, a la vez, no encontrar las ideas precisas y oportunas, ni las palabras adecuadas para expresarlo. Eso es lo que ahora me pasa.
Me refiero a Isabel Cristina Zuluaga, una madre hermosa y joven, y a su muerte trágica y absurda, ocurrida el pasado primero de septiembre en su casa de Carolina del Sur -Estados Unidos-, en un contexto que desafía la capacidad analítica de los más entendidos y expertos en el comportamiento humano.
Se me enredan las palabras y las ideas, porque aún me parece cargarla de niña en mis rodillas, mientras viajábamos tantas veces con un grupo de soñadores a las playas de San Bernardo del Viento; porque todavía escucho su risa contagiosa, y veo...