El ingreso irregular de dineros a la campaña presidencial de Santos aportados por la firma brasilera Odebrecht, llena varios espacios en las oficinas de la Comisión de Acusación de la Cámara. Gracias a esa ayuda, oportuna e interesada, pudo aquel saldar el déficit de votos que tuvo en la primera ronda electoral para solventar la segunda vuelta en la que derrotó a su rival Óscar Iván Zuluaga. Hay abundancia de declaraciones que lo comprometen pero la Comisión no se da por enterada. Un nuevo manto de impunidad va cubriendo el oscuro panorama del ejercicio de la justicia en Colombia.
Pero no solo esa investigación está allí dormitando. Hay otra incriminación bastante delicada en la Comisión llamada caricaturescamente de absoluciones. Y es la que se basa en la omisión que hizo Santos de las cartas/advertencias que en su momento le envió el fiscal General, Néstor Humberto Martínez, para enterarlo de que miembros de las Farc seguían delinquiendo después de haber firmado el acuerdo de paz habanero. Santos se hizo el loco, engavetó las cartas, imitando a aquel grotesco y pintoresco mandatario que para ahorrarse trabajo, depositaba en un cajón lo que no tenía solución y en el otro lo que opinaba que el tiempo iba solucionando por sí solo. El ejemplo del sainete que cubrió la detención y fuga de Santrich, es el mejor testimonio de la abulia y el desinterés en la aplicación de la justicia, que al final culminó en melodrama.
La carta de respuesta de Santos a “Timochenko”, en ese juego para presionar un diálogo con Iván Duque sobre la implementación del proceso de paz con las Farc, ¿constituye acaso una distracción más para desviar la atención sobre las sindicaciones que empañan la campaña electoral santista? ¿Calculaba que, “careado” con alusiones descompuestas lanzadas a través de terceros, el presidente Duque iba a recoger el guante? Iván Duque, de temperamento sosegado, para no morder el anzuelo ni caer en la tentación, seguramente recordó a Descartes en su consejo de “ser prudente para no fiarse de quienes ya han engañado una vez”. Por eso dejó a su delegado de paz, Emilio Archila, que le respondiera a Santos, ya que además, para ningún Jefe de Estado es de recibo atender cartas dirigidas a Santander para que las entienda Bolívar. Es una misiva, dice Archila, “que tiene una serie de afirmaciones que no corresponden a la realidad”. Y cayó el telón de otro sainete nacional.
Así que si la carta a “Timochenko” se la llevó el viento, como parece, la Comisión de Acusación sigue siendo una doncella que hace mucho tiempo perdió su pudor. Es uno de los organismos de investigación más desprestigiados de la historia judicial nacional. Para ella, “presidentes y expresidentes parecen intocables”. Y lo más grave es que no hay forma de renovarla. Cuando se intentó hacerlo, recuerda el exfiscal Gómez Méndez, “la Corte Constitucional lo impidió con la peregrina tesis de que su eliminación violaba la Constitución de 1991”. Ahí cayó otro telón de la nueva farsa nacional