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Que los ratones se paseen por sus casas es una muy mala señal; que los niños establezcan una relación íntima con estos animales es una pésima indicación.
Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co
La primera emoción que manifiesta esta maestra es miedo. Se enfrentaba por primera vez a un grado primero, en el que las metas están claras y bien definidas: hacer que los niños aprendan a leer y a escribir. A estas metas se le sumaba un desafío: debía enseñar a leer a niños en extra edad, es decir, niños con una edad que no corresponde con el grado escolar en el que se encuentran, ya sea porque tienen dos o más años de rezago. Adicionalmente, la maestra enunciaba otro reto: todos eran niños muy pobres, que vivían en inquilinatos. “¿Cómo lo hago? ¿Cómo les enseño a identificar las letras, a conjugarlas en palabras, a unirlas en oraciones?”, se preguntó la maestra. “¡Pues con animales!”, se respondió ella misma.
Es un principio de la educación enseñar a partir de los referentes que ya tienen los niños y, por ello, dice la maestra, se propuso entonces enseñar el abecedario con los animales que los niños conociesen. Con el águila enseñaría la “A”, con el burro la “B”, con el conejo la “C”. Conforme enseñaba las letras, y los niños se relacionaban con el abecedario, la maestra hace un descubrimiento revelador para ella y preocupante para todos: el referente más cercano en el universo de los animales para la letra “R”, era el ratón. “Un soponcio” dice la maestra que le dio cuando uno de los niños, aprovechando lo que aprendían en la escuela, lleva al aula un ratón que trae de su casa. “Los niños sobaban el animal como si fuera un gatito o un perrito”, agrega la maestra.
El relato conjuga en la misma escena la inocencia que encarnan los niños y las condiciones insalubres en las que viven. Que los ratones se paseen por sus casas es una muy mala señal; que los niños establezcan una relación íntima con estos animales es una pésima indicación. Esta eventualidad induce a pensar que muchos de ellos carecen de unas condiciones mínimas, dejando en evidencia su exposición latente a problemas de salud.
El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pensado para Buenaventura, es muy claro: desatender uno de los factores involucrados en la pobreza, como la salud o la educación, es sembrar hoy las condiciones necesarias de la pobreza que padecerán mañana. ¿Por qué? Duflo y Banerjee, premios Nobel de Economía, lo explican así: “los trabajadores que viven en un ambiente insalubre pueden perder muchos días de trabajo, mientras los niños pueden enfermar con frecuencia y ser incapaces de estudiar bien”. Caer enfermo, no ir a la escuela, “es un mecanismo potencial para que las desgracias de hoy se conviertan en pobreza en el día de mañana”.
Sería difícil sostener con absoluta certeza que sobar hoy un ratón hará a estos niños más pobres mañana. Lo que sí parece cierto es que, al desatender unas condiciones mínimas, como un ambiente salubre para que estos niños crezcan, se les condenará perpetuamente a recorrer la misma espiral de pobreza por la que hoy están transitando.