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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

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Sobre descomposiciones

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Alcantarilla, a la que llegan toda clase de residuos peligrosos como restos de detergentes, aceites quemados, combustibles ya usados, aguas contaminadas por elementos no degradables, líquidos industriales, espumas químicas, basuras varias en las que abundan el plástico, trozos de ropa y de muebles, animales muertos, elementos de metal (ollas, piezas mecánicas, tornillos, clavos) confundidos con piedras y arenas, en fin, basta ver nuestro río crecido (que es una alcantarilla) para ver todo un pandemónium sumergido entre las aguas que se toman las orillas llevándose a su paso lo que sea. Esto en el caso del río, pues ya las alcantarillas de las calles y avenidas son otro cantar de aguas saltantes que entran en los comercios, las casas y edificios, inundan los deprimidos y ponen de manifiesto malas conductas de aseo de los ciudadanos, corrupción en las construcciones y malas planeaciones en cuestión de redes. Y ahí vamos, con aguas bravas por encima y por debajo.

Los aguaceros siempre han puesto en evidencia la calidad de las construcciones (en qué puntos deben estar para no ser inundadas, la calidad de los materiales, la capacidad de absorción) y los tipos de alcantarillas centrales y en red para que las aguas corran sin problemas. Desde los tiempos de Roma se sabía que por el acueducto llegaba el agua a las cisternas y de ahí a los sitios de uso, y después de usarla salía por la gran cloaca para evitar enfermedades en la ciudad. Hasta aquí todo en orden, si la construcción quedó bien hecha. Pero el asunto no es solo de alcantarillas sino también de comportamiento ciudadano. Por la alcantarilla corre todo lo que es líquido, pero si la gente tira a ella cosas que entorpecen el curso normal de las aguas sucias, si la convierte en un basurero, si carece de conciencia y educación sobre dónde colocar residuos, lo terrible que pueda pasar es inevitable. El agua hace lo que puede y, si necesita destruir, lo hace.

Y en lo anterior también está la construcción, la calidad en lo que se hace, las prospectivas de una ciudad que crece, los cálculos climáticos, la fuerza del agua en las pendientes y en los sitios planos, las interventorías necesarias para controlar que no haya corrupción (que en las últimas obras parece que abunda) etc. Así que el asunto es una mezcla de moralidad y construcción, comportamiento de las gentes y desbordamiento de lugares no habitables. Total: la ciudad es una alcantarilla atorada si no hay educación y hay gente que se quiere enriquecer con las obras públicas.

Acotación: Todo esto hace pensar en la alcantarilla ética en que se han ido convirtiendo los gobiernos y los políticos codiciosos que hacen de sus actuaciones un sumario (no una vida pública) al que echan jueces corruptos, malos constructores y desorden para el crecimiento del país. Gente peligrosa, descompuesta, arrastrando todo.

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