Las mentalidades y sensibilidades hacia las víctimas en Colombia han cambiado mucho en los últimos años. Ser víctima hace tres décadas era una extraña condición que generaba sospecha; el “por algo habrá sido” se colaba como manto de sospecha sobre el sufrimiento reclamado.
Con el paso del tiempo, los acontecimientos – incluyendo el proceso de reivindicación de ciertos grupos de víctimas – tornaron la condición de víctima en una característica social extendida, por lo general aceptada, y en un atributo jurídicamente reconocido. Hay víctimas en todo lado, a tal punto que varios han dicho que “víctimas somos todos”. El número de víctimas se exalta como un indicador de resultado que ilustra que en Colombia son más, como si eso trajera gloria o...