Estación Alivio, a la que llegan los esperanzados y asustados, los asintomáticos sin examen, los que ya se contagiaron y buscan que no les venga un rebrote, los que han ensayado todo y con la vacuna agrandan la lista de lo posible, los que preguntan si se puede aplicar doble, los que dudan pero ya qué más da, que la pongan; los que rezan y ajustan el rezo con la vacuna esperando que ahí no esté el diablo, los que se quieren zafar de todo esto y volver a lo de antes, los que miran con cuidado y estudian antes de hacerse la aplicación, los que no han cumplido con la cuarentena y el remordimiento los ha vuelto paranoicos. Y en medio de todo esto, multi-información sobre curaciones rusas, vacunas inglesas (creíbles porque vienen de Oxford), ensayos chinos, teorías de la conspiración (la de rebajar la población es la que más cría adeptos), competencia de precios en el mercado, y bueno, bocas abiertas y brazos listos.
Hoy en día duramos más y nos enfermamos menos debido a las vacunas. Desde las vacunas contra la tuberculosis, el sarampión, la viruela, la poliomielitis y de ahí en adelante (la gama de vacunas es muy extensa), la medicina, la biología y la química farmacéutica han dado parte de tranquilidad. Nos vacunamos (a veces nos da una fiebre) y listo, a vivir la vida. Y si bien aparecen los enemigos de la vacunación, sus argumentos se desmoronan cuando ellos mismos se enferman de algo que se pudo prever. Total, las vacunas hacen parte de nuestra vida y de la necesaria salud pública cuando vivimos tan juntos y propicios a cualquier contagio.
Pero las vacunas funcionan después de muchos ensayos (los procesos biológicos se dan su tiempo) y cuando se producen y ya son parte de la salud, es porque se ha probado que no generan efectos marginales. Los científicos lo saben, los historiales clínicos lo demuestran. Pero, en el mundo acelerado y egoísta en el que estamos, en el que todo debe ser ya sin que importen los resultados con tal de que no genere más estrés, pensar en una vacuna nueva que cumpla con todos los requerimientos, es algo para pensarlo bien. Es posible que evite el contagio, pero... La presión sobre la ciencia (que es lenta porque cumple con aquello de ensayo-error hasta que el error ya no aparece) ha llevado a más desastres que aciertos. La historia reciente es clara en esto.
Acotación: que estamos ansiosos, es cierto. Pero la ansiedad no es buena consejera. Creo, que para que la vacuna funcione, hay que darle su tiempo debido. Mientras tanto, no salir mucho, lavarse las manos, mantenerse limpio y no creer que somos inmortales ni que la naturaleza es algo que dominamos. El virus está ahí y cualquier cercanía lo alebresta. Hay que aceptarlo.