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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

Publicado

Sobre tanto metaverso

$Creditonota

Estación Irrealidad, infestada de muchos que ya se han ido encerrando para resolver todo por medios electrónicos (las hikikomori, los aislados socialmente), los que se conectan virtualmente y así ganan tiempo en no ir de un lugar a otro, a la vez que visten de cualquier manera (lo que vemos en la pantalla es una cara con posible fondo falso); los que ya tienen su avatar y, en lugar de ser ellos, son un muñequito que sonríe, salta y vuela; los que se introducen en guerras con sonidos de disparos y así, electrónicamente, destruyen lo que aparece delante de sus ojos con solo mover teclas; los que acumulan seguidores a los que no conocen; los que crean emociones e incitan a algo, amparados por un clic que anula a quien los confronta; los que creen lo que les dicen o aparece en un mensaje sin buscar más información, pues se bastan con lo que imaginan. Y en medio de todo esto, hackers, claves de ingreso, algoritmos que incitan al consumo, vigilan y perfilan, sin que falte la inteligencia artificial, que es una gran memoria controlada.

Es claro que estar en la realidad (lo que existe y es, así no queramos que sea) no es fácil, pues allí están las alegrías y los pesares, las dificultades y los aciertos, la necesaria convivencia y el miedo a otros, etc. Pero de esta realidad han nacido la cultura (la interpretación) y la inteligencia (resolver problemas), las grandes preguntas y las múltiples respuestas. Y esta misma realidad ha realizado proyecciones desde los tiempos primitivos: las mitologías (vernos como dioses), las epopeyas (asistir a batalla míticas), el más allá después de la muerte (paraísos e infiernos), literaturas que nos hacen entrar en otros mundos (viajar con Dante por los caminos del limbo, el infierno, el purgatorio y los paraísos; conocer el Liliput de Gulliver). Así, nos proyectamos para estar en otra parte.

Y en esta necesidad psicológica de vernos en otros mundos ha hecho carrera la ciencia ficción como vehículo de prospectiva o el absurdo como situación. Isaac Asimov nos colocó en otros planetas, Franz Kafka nos convirtió en otros seres, Adolfo Bioy Casares nos introdujo en pantallas donde nos veremos eternamente (La invención de Morel), José Saramago nos metió en una caverna en la que nos momificamos delante de un televisor y Neal Stephenson, con su novela Snow Crash, creó las palabras Cyber Punk, Metaverso y Avatar para crear un mundo de conectados y desconectados que conduce a la infocalipsis. Total, desde la realidad postpandémica nos invitan a entrar en una realidad fantástica, sin saber para dónde vamos y en la que todos estaremos vigilados. Para eso son las bases de datos que crea el algoritmo.

Acotación: Evadir la realidad para entrar en una esquizofrenia informática es algo de novela. Y una novela dirá qué nos pasó con esto. ¡Uf! 

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