Lo habitual es que acudan treinta personas. En la tarde del sábado pasado se apiñaron ochenta. El auditorio de la Casa Museo Otraparte no daba abasto. El filósofo Fernando González, que todo lo mira con ojo de taladro, debió de sacudirse en su eternidad.
No era gente ávida de fiesta, no llegaron en busca de la arbolada cafetería para tomar cerveza, tampoco eran devotos de alguna de las cinco mil religiones que infestan a Colombia.
Iban a pensar. En un tiempo que ya no piensa. Querían oír a un muerto que había escrito “yo no digo lo que digo por estar en la oposición, sino que estoy en la oposición porque creo en lo que digo”. Entre el público estaba la familia de Carlos Gaviria Díaz, el sabio liberal que creyó en lo que dijo.
Para hablar sobre...