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Elbacé Restrepo
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Elbacé Restrepo

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Soñar no
cuesta nada

Por Elbacé Restrepo

elbaceciliarestrepo@yahoo.com

Álvaro Ochoa Morales es un amigo mío que conversa bueno hasta por escrito. Un día me contó que hace dos años, en un viaje que hizo a Japón para visitar a una de sus hijas que vive allá, le causó admiración una estación del tren que hay en el barrio de Yanagimoto de la ciudad de Tenri, en la que no hay ni siquiera un vigilante, ni un cajero humano ni nadie que pueda ejercer autoridad si alguien pretende abordar el tren sin pagar. Solo existen sendas máquinas a la entrada y a la salida en las que se pone la tarjeta tiquete para que sea descontado el valor del pasaje, pero ninguna de estas máquinas tiene torniquete o barrera alguna que impida pasar a quien, por ejemplo, no tenga saldo. Álvaro, de metido, una tarde se puso a observar si alguien le hacía trampa al sistema y fue tiempo perdido, pues absolutamente nadie hizo uso del tren sin antes pasar su tarjeta por el lector.

“Lo bonito del asunto es que la empresa confía en la gente y la gente hace uso cabal del servicio pagando el valor de su pasaje”, dice. Y lo recordó porque en estos días, por razones de prevención y cuidado, el ingreso a los buses de Metroplús se hace por una de las puertas posteriores, en las que se ha puesto la máquina registradora pero no se ha puesto el torniquete. También aquí, de metido, se ha puesto a mirar con disimulo si alguien pasa sin pagar. Y contra todo pronóstico, no ha ocurrido. Por el contrario: Una señora a la que le aparecía saldo insuficiente se iba a bajar, pero otro pasajero, al percatarse, le pagó su pasaje.

Y como una cosa lleva a la otra, recordamos juntos que, en la alcaldía de Federico Gutiérrez, desde la Secretaría de Cultura se trabajaron varias iniciativas que pretendían fomentar la honradez y la confianza entre los ciudadanos. De allí salieron la tienda, la biblioteca y el bus de la confianza, entre otras, que desde esta parcela aplaudimos con fuerza porque arrojaron resultados sorprendentemente alentadores. Pero aquí las buenas ideas duran cuatro años y mueren con el cambio del gobernante. Pasaron a mejor vida estas estrategias que pretendían alcanzar una convivencia plural, armónica e incluyente, fundada en la apropiación ciudadana y el cumplimiento de normas. Soñar no cuesta nada.

Como nada nos costó soñar, al inicio de este paréntesis, que íbamos a sufrir una transformación colectiva. Que atrás quedaban los tiempos del avispado y del papayazo y que era el momento preciso para hacer sublime nuestro paso por la Tierra. Pero no, ni lo uno, ni lo otro.

Soñemos con encontrar una vacuna contra la corrupción, los abusos contra los niños, los abusos de poder que se cometen tan cínicamente y todas esas cosas anormales que se nos volvieron parte del paisaje. Tal vez sea una forma de volver a respirar tranquilos, aunque sea con tapabocas, y ojalá bien puesto. Y si no, soñemos, por lo menos, que la ciencia encuentre la vacuna contra el virus.

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