Por Daniela Pérez García
Universidad Autónoma Latinoamericana,
Facultad de Derecho, 5° semestre.
23danipg@gmail.com
¿Por qué nos escandalizamos cuando escuchamos a alguien decir la frase que encabeza este texto? Probablemente es más complicado cuando quien lo dice es alguien que amamos, un familiar o un amigo.
Es lamentable saber que estas simples dos palabras han separado familias y ocasionado terribles problemas.
Desafortunadamente en pleno siglo XXI nos encontramos todavía personas que rechazan a un ser humano por el simple hecho de amar a alguien de su mismo sexo, porque piensan que ahora no es digno, porque según algunas creencias no será recibido en el reino de los cielos, o cualquier argumento carente de sentido; solemos escuchar personas diciendo “qué pesar, es gay’’, como si serlo fuese algún defecto, una malformación o, peor aún, una maldición para quien lo es y para su familia.
Algunos han olvidado, o mejor dicho ignorado, la lucha de la comunidad LGTBIQ, que todos los días se levanta suplicando que se le reconozcan sus derechos, como si fuesen menos que los heterosexuales, como si por el hecho de sentir el mismo amor, pero por alguien de su mismo sexo valiesen menos, o no fueran merecedores de los derechos que todos por el simple hecho de ser personas deberíamos tener.
Me pregunto: ¿usted una mañana se despertó y eligió a quién amar? El amor es un sentimiento tan bello y espontáneo que como tal debe ser libre y jamás juzgado, sin importar a quién vaya dirigido; la esencia está en los corazones de las personas, independiente de su físico, ideología o inclinación sexual.
Deberíamos generar más empatía para así ponernos en los zapatos del otro, aceptarlo y amarlo tal cual es, sin prejuicios, sin hacerlo sentir como menos, y así, con seguridad de esta forma podríamos construir una mejor sociedad, para usted, y para sus hijos . n
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