El mundo del fútbol ha reventado por los cuatro costados. Doce clubes europeos han decidido crear una competición cerrada, sin el amparo de la UEFA y por tanto de las federaciones nacionales, a la que pretenden sumar más clubes hasta un total de 20. El anuncio ha desatado la condena hasta del primer ministro británico, Boris Johnson, y del presidente francés, Emmanuel Macron, mientras la UEFA amenaza con sacar a estos clubes de sus competiciones domésticas y prohibir que los jugadores de aquellos equipos que jueguen la Superliga puedan participar con sus selecciones nacionales en los torneos oficiales como el Mundial, la Eurocopa o la Copa Libertadores. Las descalificaciones hacia los clubes “fundadores” son interminables. Según los organismos oficiales, las ligas nacionales y todo el mundo institucionalizado del fútbol, que vive básicamente de los recursos que generan los grandes clubes, estos doce equipos son “insolidarios, secesionistas y elitistas” y están dispuestos a matar al fútbol solo por dinero. ¿Hay para tanto o se trata de una reacción desproporcionada de quienes ven peligrar sus poltronas?
Analicemos el asunto. Para empezar, estos doce clubes –tres españoles (Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid), tres italianos (Milan, Juventus e Inter) y seis ingleses (Liverpool, Manchester United, Manchester City, Arsenal, Chelsea y Tottenham) invitarán a otros tres para que puedan unirse antes de la temporada inaugural. Se baraja el Bayern de Múnich, el PSG y el Olympique de Lyon o el Ajax. A estos 15 “fundadores” se unirán otros cinco equipos que se clasificarán anualmente sobre la base del rendimiento de la temporada anterior y todos los partidos se jugarán entre semana. Según el anuncio oficial, la intención de los “fundadores” es que todos compitan en sus respectivas ligas nacionales, preservando así el calendario tradicional.
Por tanto, estos clubes no pretenden cargarse sus ligas nacionales sino crear una “Super Champions” al margen de la UEFA, a la que sí podrían acceder clubes menores que hayan sido la revelación de la temporada previa. Pocos, cierto es, ya que solo quedan cinco plazas libres por ahora. Los ingresos televisivos serían a repartir para todos ellos. La UEFA -un organismo en el que viven a cuerpo de rey sus miembros, como en la FIFA o en el COI- se quedaría sin la guinda del pastel y de ahí las amenazas.
Sin embargo, conviene remontarse a la creación de la Copa de Europa (precursora de la Champions) para recordar que allá por 1955 fueron el diario francés “L’Equipe”, el Real Madrid y el Anderlech quienes se empeñaron en crear una competición de clubes europea jugada entre semana. De hecho, en la primera Coupe des Clubs Champions Européens no participaron la inmensa mayoría de los equipos ganadores de sus respectivas ligas por las presiones de las mismas. De los clubes de tronío actuales, solo Real Madrid y Milan jugaron aquella primera edición. Y solo hubo un club británico: el Hibernian, quinto en la Liga escocesa. La propia UEFA dio finalmente su plácet a la competición a regañadientes y la copa la donó “L’Equipe”.
Quienes hoy sueltan espumarajos contra la Superliga son los mismos que hace 70 años se oponían a la Copa de Europa. Ni estoy a favor ni en contra del proyecto, pero conviene también recordar que la NBA es una competición privada y cerrada por un sistema de franquicias y, que yo sepa, el baloncesto no ha muerto en EE. UU. y se sigue jugando en las calles y parques del país, y en medio mundo. ¿Por qué entonces no pueden los grandes clubes gestionar los recursos que generan sin intermediarios? Quizá el problema del fútbol es la mafia que cobra su “tasa de protección” a cambio de bendecir el saque inicial