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Julián Posada
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Julián Posada

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Tejer

Por Julián Posada - primiziasuper@hotmail.com

Se oyen pocos argumentos, ensordecen en la voz de los líderes y sus áulicos los tambores de guerra, que resuenan en sus discursos o en las redes a través de sus bodegas. Quienes aspiran a liderar nuestra rutina durante los próximos años convocan a su alrededor a muchos de los personajes más oscuros de un país ya habitado por sombras.

La violencia sigue sumando lápidas a esta enorme fosa común. Cada vida sacrificada y cada ser asesinado en este sinsentido de dolor es la semilla de una tragedia que no cesa. La desesperanza no descansa.

Civilización y civilidad parecen palabras olvidadas de un idioma que aquí luce anacrónico, entiendo la primera como la define el ensayista judío M. Kaplan: “la acumulación de conocimiento, habilidades, herramientas, arte, literatura, leyes, religiones y filosofía que se alzan entre el hombre y la naturaleza exterior, y que sirven de baluarte contra las fuerzas hostiles que, de otro modo, lo destruirían”, y la segunda como el comportamiento de quien cumple con sus deberes de ciudadano.

En la antigua Grecia, Atenea simbolizaba la diosa de la tekné : representada en el arte y el conocimiento productivo como elementos artífices de la civilización. La adoraban, además, como diosa de la sabiduría, la guerra justa y los oficios. Tekné o techné “deriva de la palabra indoeuropea teks, cuyo significado es tejer”.

Bonitas y necesarias palabras e ideas esas de tejer, urdir, tramar y, por qué no, construir, desde uno y hacia el resto con el hilo del respeto, que, según su etimología, “proviene del latín respectus y significa atención o consideración [...] hacia mí y hacia todos”.

La protección debería ser el resultado de ese inmenso tejido y quizás también la idea sobre la cual alguno de los que aspira a dirigirnos construyese una parte de su propuesta. No será mucho decirles a los candidatos que anhelemos un Estado que, más que violentar, nos cuide y nos respete, un Estado que muestre caminos y ayude a construir oportunidades y que, por supuesto, garantice a todos la seguridad y las libertades ya adquiridas.

El narcicismo de los líderes y la enfermedad del egoísmo, que hoy más que nunca nos aqueja, hacen imposible que se teja, por lo menos, una colcha con retazos, un manto colectivo que nos cobije a todos. Ahora cada intento de nudo para hilar esta utopía de la protección, del cuidado, de la compasión, de la escucha, de la atención y del no anular al otro, ni a sus argumentos, se nos rompe ante el simple contacto con las agujas, se diluye como el agua entre nuestras impotentes manos.

Es hora de remendar tantos hilos rotos, de bordar amorosamente las entrañas del dolor, de mirarnos a los ojos, perdonar y sanar, porque, gane quien gane, usted y yo y cada uno de nosotros el 8 de agosto tendremos que seguir tejiendo nuestros sueños  .

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