Después del horror viene la rabia y la sed de venganza. La furia arde y muchos más de los que antes vociferaban odio, ahora se suman al grito de sangre y revancha. El tiempo y la razón se pierden: lo único que importa es lograr un golpe: uno que duela, uno que importe. Después del horror, al diablo con la racionalidad. Se acaba cualquier intento por entender: lo único que vale es el desquite. Hay que ser implacables y demostrar severidad.
Esa lógica se ajusta peligrosamente a la perspectiva de cualquiera de las partes involucradas en una campaña de terror: terroristas y antiterroristas. Agresores y damnificados, mártires y víctimas se erigen dependiendo de la perspectiva.
El dolor, la pérdida y el sufrimiento del pueblo francés son alabados...