Una de las enmiendas constitucionales más controvertidas que ha tenido la Carta del 91 en lo que va del siglo, fue la aprobación de la reelección presidencial inmediata. Su experiencia fue tan poco afortunada que la vigencia de la norma fue bastante efímera. Hoy ya está desmontada de la Constitución.
Tanto desgaste y tejemanejes para lograr darle vida constitucional al cambio del “articulito”, que garantizara la primera reelección del presidente Uribe para darle solidez y continuidad a la política de seguridad democrática que venía desarrollando con éxito, encaminada a debilitar a las Farc y así disminuidas sentarlas en una mesa de diálogo para lograr un acuerdo serio y responsable que no violara los principios de la justicia, ni la legitimidad de un Estado fuerte, se vino al suelo con la elección y reelección de Santos. Este negoció, a zancas y trancas, con la subversión fariana, llenándola de generosas concesiones. Oxigenó con el acuerdo habanero a una guerrilla disminuida, que adivinó desde el primer momento la debilidad oficial y el afán del Gobierno para obtener a troche y moche un trofeo que se convirtiera luego en Nobel de Paz. La política de Seguridad Democrática con todo el desgaste político, jurídico, para implantarla, se vino abajo. Ahora el país paga sus consecuencias a la ingenuidad, a la torpeza o a las malas intenciones.
Y las paga con costos onerosos. Después de la firma del tratado con las cabezas de las Farc, comenzó el sainete que se fue volviendo drama. El abrebocas fue la deserción de alias “Iván Márquez” y sus alegres compadres que retornaron al monte, y más que al monte, a Venezuela, a ponerse a órdenes del autócrata y socio del comercio ilícito de drogas. Luego llegó la ridícula comedia de Santrich patrocinada por unas altas instituciones de justicia que con sus leguleyadas facilitaron la huida del guerrillero para encontrarse con sus camaradas en Caracas.
Y para que la picaresca no se agote, aparece la purga en el escenario del partido de las Farc. Cuatro de sus más “conspicuos” ideólogos de la jerarquía, salen despanzurrados. Tres de los expulsados fueron comandantes que estuvieron sentados en las amenas tertulias habaneras. ¿Se agrieta el liderazgo de Timochenko? La medalla del Nobel de la Paz pareciera “tilinguiar” en su solapa.
Ahora aparece el género dramático. Desde la firma del acuerdo con las Farc hasta nuestros días, sus disidencias se duplican. En solo un año superan los 4.600 combatientes, sumando las redes clandestinas que operan en el territorio nacional. Cubren 140 municipios, según estadísticas del Ejército Nacional. Controlan grandes espacios en donde se cultiva la coca. De ella sacan sus ingresos para vigorizar sus finanzas y hacer toda clase de fechorías. Y si a este ejército irregular se le suman los 5.000 hombres del Eln, el panorama no puede ser más sombrío. Otra pandemia que en llave con el coronavirus, enfrenta el presidente Duque. Las pestes parecen no quererse ir de Colombia.