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Diego Aristizábal
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Diego Aristizábal

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Tocar los libros

Por Diego Aristizábal

desdeelcuarto@gmail.com

La primera vez que leí a Jesús Marchamalo fue hace tanto. Uno de sus libros, “39 escritores y medio”, lo utilizaba una y otra vez en un curso de periodismo que daba en la universidad. Los retratos literarios que él escribió, con tanta gracia, eran una provocación para interesarse por los libros de los autores seleccionados. Cada perfil, cuya extensión era un poco más de una página, estaba bien armado y cargado de buenas anécdotas.

Aún tengo en mi memoria una de Cortázar y su singular forma de leer para acompañar los viajes. Aurora Bernárdez, su primera esposa, recuerda que siempre compraban alguna novelita en los quioscos de las estaciones, para que les hiciera compañía. Casi siempre era Julio el que comenzaba a leer, y cuando terminaba una página, la arrancaba y se la pasaba a ella, que a su vez la leía y la arrojaba después por la ventanilla como un romántico pañuelo o la paloma de un mago. La imagen es poética, palabras y páginas perdidas por ahí en el campo. Y así, cada anécdota vale la pena, es una manera de acercar a más incautos a la literatura.

Las historias de Marchamalo, siempre son divertidas. Hace poco, Wilson Mendoza, de la librería Grammata, me tendió el anzuelo y me mandó la foto de un librito que se llama “Tocar los libros”, yo caí de inmediato, libros sobre libros es una de mis debilidades y si es de este autor español la tentación aumenta. No tuve más remedio que disfrutarlo, porque libros así, bien editados, bien escritos, bien contados, se gozan y, cosa curiosa, provocan esa extraña sensación que es sentir nostalgia del fin, aún cuando no vas ni en la mitad, claro, uno sufre más cuando son apenas 137 páginas.

“El hogar es el lugar donde se guardan los libros”, escribió Richard Burton, y Marguerite Yourcenar dijo en una ocasión que reconstruir la biblioteca de una persona es una de las formas más idóneas de saber cómo es, eso hace Marchamalo, esculca bibliotecas, descubre lectores, cosas curiosas, porque los libros nos secundan, nos acompañan, y hay que tocarlos para que nuestros sueños sean más profundos, más alegres, menos comunes. Este libro dura lo que dura un confite, una lástima, pero es una delicia.

Coletilla: ¿En serio una campaña de cultura ciudadana en estos tiempos que vivimos es usar una carita feliz y una triste? Eso sencillamente es ridículo. Si uno quiere educar y persuadir debe pensar un poquito más; a mí se me hace que muchos gobernantes todavía piensan que la gente es boba

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