Sorpresa. En aquel café de pocas mesas hay un hombre de pelo gris sin compañía. Con el celular en la mano observa en sets de unos cuantos segundos. Una, dos, tres veces y con los mismos gestos sigilosos. Tal vez porque “mirar fijamente a los desconocidos no es de buen gusto”, como escribió alguna vez el poeta y premio Nobel Derek Walcott, quien precisamente murió ayer. Finalmente se acerca para preguntar: ¿Cierto que usted escribe en el periódico? Y ahí empieza una conversación en la que me revela: no volvió a leer columnas de prensa ni a ver noticias porque “son una queja constante y todo está mal”, “cada vez hay más morbo y cuanto más sórdida la historia, mejor” y “falta mucho para que en esta ciudad la gente se interese por la naturaleza...