El presidente Trump afirma que “hizo a América grande nuevamente”. Los hechos muestran todo lo contrario. Estados Unidos ha perdido credibilidad desde 2017. La soltura del presidente con la verdad ha degradado la moneda de confianza que se necesita en una crisis, y su continuo desdén por nuestros aliados significa que tenemos menos amigos.
Hay pruebas claras de que la presidencia de Trump ha erosionado el poder blando de Estados Unidos: el poder de atraer en lugar de mandar. Según una nueva encuesta de Pew, solo el 29 por ciento de las personas encuestadas en 33 países confía en Trump. Ocupa un puesto tan bajo como el presidente Xi Jinping de China. Hace un año, Gallup encuestó a 134 países y de manera similar descubrió que solo el 30 por ciento de las personas tenía una opinión favorable de los Estados Unidos bajo el liderazgo del Sr. Trump. Esa fue una caída de casi 20 puntos desde la presidencia de Barack Obama. Y un índice británico anual, el Soft Power 30, mostró que Estados Unidos cayó del primer lugar en 2016 al quinto lugar en 2019.
Nuestro poder viene no sólo de nuestro poderío militar y económico. La mayoría de los presidentes anteriores han entendido que el poder también proviene de poder atraer a otros. Si podemos lograr que deseen lo que nosotros deseamos, entonces no tenemos que obligar a otros a hacer lo que queremos. Si Estados Unidos representa valores que otros quieren seguir, podemos economizar en castigos y recompensas. Sumado al poder duro, el poder blando de la atracción es lo que los militares llaman multiplicador de fuerza. Y eso hace que nuestros valores sean una fuente de poder estadounidense.
Cuando nuestras políticas parecen hipócritas, arrogantes e indiferentes a los puntos de vista de los demás, el gobierno puede socavar el poder blando de nuestra nación. Cuando Donald Trump interpreta “América primero” de manera estrecha, hace que todos los demás se sientan de segunda clase.
El poder blando coopta a las personas en lugar de obligarlas. A nivel personal, padres de familia sabios saben que su poder será mayor y durará más si dan ejemplo de valores éticos sólidos para sus hijos, en lugar de depender sólo en pelas, mesadas o quitarle las llaves del carro. Estados Unidos adquiere poder blando a partir de nuestros valores (cuando los respetamos) y nuestras políticas (cuando se consideran legítimos porque están enmarcados con cierta humildad y conciencia de los intereses de los demás). La forma en que nuestro gobierno se comporta en casa (por ejemplo, protegiendo una prensa libre), en instituciones internacionales (consultando a otros y multilateralismo) y en política exterior (promoviendo el desarrollo y los derechos humanos) afecta a otros por la influencia de nuestro ejemplo. En todas estas áreas, Trump ha revertido las atractivas políticas estadounidenses y ha debilitado a Estados Unidos en lugar de hacerlo más grande.
Defensores de la administración responden que las cuestiones morales y el poder blando no importan en las relaciones internacionales. El jefe de gabinete interino del Sr. Trump, Mick Mulvaney, proclamó un “presupuesto de poder duro” al recortar los fondos para el Departamento de Estado y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional en un 30 por ciento. Afortunadamente, Estados Unidos es más que su gobierno. A diferencia de nuestros activos de poder duro, nuestra sociedad civil genera muchos recursos de poder blando.
Los valores abiertos de nuestra sociedad democrática se encuentran entre las mayores fuentes del poder blando de Estados Unidos. Incluso cuando las políticas gubernamentales erróneas reducen nuestro atractivo, la capacidad de los Estados Unidos de criticarse y corregir sus errores nos hace atractivos para los demás en un nivel más profundo. Cuando los manifestantes de todo el mundo marchaban contra las políticas de nuestro gobierno durante la Guerra de Vietnam, a menudo cantaban “Vamos a superar”, el himno de nuestro movimiento por los derechos civiles, en lugar de la “Internacional” comunista.
Eso debería darnos esperanza para el momento actual. Dada la experiencia pasada, hay razones para creer que Estados Unidos aún puede recuperar su poder blando después de la presidencia de Trump.