Por alberto velásquez m.
Se veía venir el drama. El sainete interpretado por el elenco de actores picapleitos de la JEP y Sala Penal de la Corte Suprema, tenía que terminar en drama, ese género de lo trágico y doloroso. Un drama que tendrá que soportar el país, originado en la marrulla y alcahuetería de dos de las variadas instituciones judiciales, tan venidas a menos en Colombia.
En medio de esta confusión, inspiran seguridad y confianza las palabras del Jefe del Estado, Iván Duque. Tomó, como tenía que hacerlo, el toro por los cuernos. Ante la traición al país y a sus viejos compadres del dúo dinámico Márquez/Santrich, advirtió sin ambages que el Estado les cumplirá a los que cumplan y perseguirá con la fuerza legítima de la institucionalidad a los que incumplieron e incumplan. Con claridad, que no admite equívocos, proclamó la persecución a los reincidentes de la subversión y reiteró con su palabra –que en los presidentes debe ser moneda de buena ley– honrar los compromisos adquiridos con la guerrilla desmovilizada. Ni le faltaron ni le sobraron palabras.
Las Fuerzas Armadas tienen que recuperar no solo su respetabilidad a través de la depuración ética, sino la eficacia para los combates que se acercan. Seguramente las confrontaciones no serán sólo en el espesor de las selvas, sino en el corazón de las ciudades a través de los atentados contra la vida y los bienes de los colombianos, ya que contra la honra se encargan las redes sociales.
No es improbable que se repitan las acciones terroristas como en las épocas de los carteles de la droga, movido ahora desde las sombras por el gobierno dictatorial de Venezuela y financiada por los chorros de dineros que entran a través del negocio de la coca. La lucha podría ser tan devastadora si no se cuenta con una sólida unión de las fuerzas del Estado a través de una aguda inteligencia militar y de policía, con buen sentido del olfato y del oído, apoyado todo ese esfuerzo con decisión por jueces y Fiscalía. Unidad, disciplina, investigación, leyes en aplicación rigurosa, conforman el equipo para combatir el Estado a las fuerzas disociadoras de la sociedad.
P.D.: Este panorama nacional, incendiado por los más variados protagonistas de desastres, tapó el nuevo escándalo de financiación ilícita en la campaña presidencial de 2014. A las denuncias sobre penetración de dineros sospechosos en las urnas a través de Odebrecht y Cemex, se une ahora la acusación contra Pacific Rubiales, que habría entregado más de 7 mil millones de pesos a las candidaturas de 2014.
Ya Óscar Iván Zuluaga, excandidato del Centro Democrático, salió a aclarar que “todos los ingresos y gastos de su campaña fueron declarados y están en la contabilidad reportada al Consejo Electoral”. Igual comportamiento no se le ha visto a Juan Manuel Santos. Esta es la hora que no ha aclarado los cargos por supuesta filtración de dineros de Odebrecht a su reelección. Y guarda aun silencio sobre esta nueva sindicación cuyas pruebas dice tener en sus manos el FBI norteamericano. ¿Cuándo romperá el silencio, como ya lo ha roto para darle consejos no pedidos al presidente Duque?.