Amo a mi ciudad, pero a veces siento la necesidad de huir de ella. Me sucede, sobre todo, cuando su cielo azul desaparece detrás de un manto de niebla color ceniza y su aire se vuelve irrespirable. Siento como si del cielo hubiera caído sobre nosotros una mortaja gigantesca. Entonces me voy en busca de las montañas.
Sin embargo, allí también siento la mano destructora del hombre. Los bosques son derribados, los arroyos se secan, los árboles florecen a destiempo. Las épocas de lluvia y de sequía se trastornan. Los campesinos ya no siembran y cosechan siguiendo las fases de la luna o los consejos del Almanaque Bristol. Hay un gran desorden bajo los cielos.
Dicen que lo mismo está sucediendo en el resto del mundo. El calentamiento global está cambiando...