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Querido Gabriel,
Estoy llegando de un viaje a Finlandia, adonde fui para conocer su sistema educativo. Ese viaje me inspira a conversar sobre el relato de las naciones, su “cuento”, esas historias sobre lo que somos, que contienen también lo que podemos ser. ¿Hablamos de ese “relato compartido de los mitos y los símbolos que nos unen”, sobre el que escribió William Ospina? ¿Conversamos de los elementos y las formas de un buen relato nacional, que tanta falta nos hace?
El de Finlandia es simple: una épica de adaptación a un entorno natural difícil, la independencia de Suecia, la guerra contra la Unión Soviética, y desde los años 70, puso su foco en el talento y la pasión por educarse bien. Al comenzar la visita estaba buscando un secreto, algo que hiciera la diferencia de la mejor educación del mundo, según PISA. Pero Peter Vesterbacka, cofundador de la empresa Angry Birds, me respondió tajantemente: “¡No hay secreto!”. “Respetamos a los maestros y eso se manifiesta en libertad y confianza en la escuela”, y agregó: “hay un consenso sobre la importancia de la educación”. Lo simplifican elegantemente: “¿Sabe cuál es el mejor colegio de Finlandia? Fácil: ¡el más cercano!”. Construyeron un relato, actúan para realizarlo, “se lo creen”.
Hay algo común en los países desarrollados: cada uno tiene su relato único, su brújula. El de los Estados Unidos, por ejemplo, contiene la historia de los padres fundadores, las ideas de la ilustración, la epopeya migratoria, las oportunidades, la libertad y la democracia. En otro lugar del planeta, Israel ha creado una historia contundente. El país que logra el desarrollo contra todas las apuestas y decenas de enemigos; crea riqueza donde otros ven desierto. Suma las glorias del antiguo pueblo judío, la segunda guerra mundial, con unos valores claros, y define su camino. Un país con relato es un cohete directo hacia la luna. El que carece de él es un barco a la deriva.
Tal vez Colombia no esté tan lejos de construir el propio. Nuestra clase media que emerge con fuerza va construyéndolo. La reciente encuesta mundial de valores evidencia, por ejemplo, que apreciamos cada vez más la tolerancia, el ahorro y el trabajo. Gran avance, solo que necesitamos algo más que un listado de valores: nos falta una historia de lo que somos y seremos, que contenga resiliencia, gestas y logros. Para que sea mucho más que una “marca país”, debe tener, por supuesto, memoria y reconocimiento. Si logramos unir, como también decía Ospina, territorio, memoria y saberes ancestrales (yo sumaría nuestras ideas sobre el futuro), en una generación o incluso menos, seremos el País posible. Un relato nacional, cuando es potente, parece haber estado allí desde siempre: será sólido como una roca.
Para provocar la tertulia, copio unos fragmentos de Los Conjurados, de Borges, que me producen temblor e ilusión, el relato de Suiza, celebrado por el poeta: En el centro de Europa están conspirando / el hecho data de 1291. / Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas / Han tomado la extraña resolución de ser razonables / Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. / (...) / En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa, crece una torre de razón y de firme fe (...).
* Director de Comfama
