Desde que —hace, justamente, cincuenta años— Richard Nixon declaró a las drogas como el enemigo número uno de EE.UU. y puso en marcha una maquinaria burocrática y propagandística, que le dio vida a la guerra contra las drogas y a las corrientes prohibicionistas, la vida de América Latina se ha transformado de forma radical para mostrar un fracaso estruendoso en esta materia. Por eso, el fenómeno de la comercialización ilegal de drogas despedazó el orden institucional de nuestros países y permitió el afloramiento de mafias que han conformado verdaderos estados dentro del Estado.
Sin embargo, también es cierto que esa ofensiva ha sido exitosa para quienes la han usufructuado; muchos se han enriquecido con este floreciente negocio que ha dejado...