Por Guillermo López A.
Un titular, “Llamado por el Suroeste”, y un escrito con aseveraciones en contra de la minería como si esta fuera a acabar con la flora, la fauna y el agua de todo el Suroeste. Como si al haber una mina en el territorio, a 12 kilómetros del casco urbano de Jericó, en la plaza principal no se pudiera volver a servir tinto ni se volviera a presentar nunca un turista; como si la mina fuera a impedir sembrar aguacate, pero aún más, como si no estuviera demostrado que la agricultura y el turismo también le hacen daño al medio ambiente y perturban las sociedades.
La mina ocupa 470 hectáreas, y el área del Suroeste es de 653.000 hectáreas. ¿Cómo una mina que ocupa el 0,07% del área del Suroeste puede acabar con toda su vocación turística y agrícola?
Colombia es un país que vive de la minería, el 63 % de las exportaciones del país proviene de industrias extractivas. En Noruega y Canadá, países avanzados, la minería ocupa los primeros lugares en el PIB y en las exportaciones. En Chile ocurre otro tanto, pero en Colombia le decimos no a la minería, pero sí a sus productos como las casas, los apartamentos, la televisión, el celular, el automóvil, el avión, la moto y hasta el amado azadón.