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Josefina Agudelo Trujillo
Columnista

Josefina Agudelo Trujillo

Publicado

Una montaña con treinta ríos

Por josefina Agudelo Trujillo- josefina@tcc.com.co

Animada por tías y primas, mi madre y yo empacamos maletas y volamos a Santa Marta, a un paseo de señoras, todas muy mayores.

Un plan perfecto, compartir con la familia materna y volver a uno de los lugares de mi lista de pendientes desde hace varios años.

La primera sorpresa al llegar, el aeropuerto magníficamente renovado; recibe treinta y seis vuelos diarios que van en aumento; la playa a escasos metros de la puerta de acceso. El ingreso a la ciudad por la gran doble calzada que hace parte de la transversal del Caribe y le imprime un carácter de ciudad moderna y pujante.

Taganga y Playa Grande en velero fueron nuestro destino el primer día. Zarpamos desde la Marina internacional Santa Marta y allí creció mi asombro; brisa fresca, mar azul, paisaje rocoso, casas incrustadas en la montaña, playas cristalinas de arena gruesa; era como estar en Marsella, en el mar Mediterráneo.

Al día siguiente, visita al centro histórico, el malecón de Bastidas, el parque de Los Novios, tomar media mañana en la repostería Alegría, el Rodadero, el barrio Pescaíto, el mirador de Taganga. Para destacar el aseo de la ciudad y la cantidad de edificios en obra, en medio de un paisaje de rocas con cactus donde aparece el azul marino intenso al descubrir cada bahía.

Santa Marta era el destino favorito de mis padres cuando éramos niños. El plan más esperado del año era pasar una semana en el Rodadero disfrutando del mar y la atención de los papás todo el día para caer rendidos en la cama. Sentí gran emoción al descubrir el edificio donde mis padres alquilaban un pequeño apartamento que fue tantas veces nuestro hogar de playa.

Finalmente, mi destino soñado: visitar algún río de la Sierra, de esos que desembocan en el mar. Tenía en mi mente cinco o seis nombres y nos decidimos por el Mendiguaca, que se encuentra cerca al hotel del mismo nombre, donde ofrecen un plan de pasadía con delicioso almuerzo incluido.

El viaje desde Santa Marta en carro es facilísimo. Por una excelente carretera durante poco mas de una hora se observa la transformación del paisaje desde casi un desierto hasta la selva tropical, rodeando el parque nacional natural Tayrona.

Una vez en el hotel, se camina por la playa durante media hora hasta encontrar el río. Por supuesto, las tías no hicieron la caminata.

Bañarse en el mar y después en el río una y otra vez es una experiencia indescriptible; sin vecinos de carpa ni vendedores ambulantes; solo unos pocos amantes de la naturaleza salvaje, la mayoría de ellos extranjeros.

Visitar los ríos de la Sierra Nevada que desembocan en la playa es, sin duda, una experiencia espiritual y ancestral. Son dieciocho, y no cinco como pensaba, de un total de treinta ríos que provienen de esta majestuosa montaña.

Como dice la canción, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

En mi caso, para recordar con amor y gratitud las cosas queridas y para descubrir los tesoros de Colombia que por varias décadas de conflicto armado temíamos visitar 

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