Por Agostinho J. Almeida
Joe Biden y Kamala Harris ganaron las elecciones de EE. UU. y se convertirán, respectivamente, en presidente y vicepresidenta en enero del próximo año, con más de 82 millones de votos proyectados y muy probablemente 306 votos electorales, contra cerca de 77 millones y 232 proyectados para Donald Trump. Ahora, si nos fijamos en los resultados de 2016, Trump fue elegido con cerca de 63 millones de votos y 306 votos electorales contra cerca de 66 millones y 232 en la contienda con Hillary Clinton. ¿Qué pueden significar estos datos? Bueno, para empezar, parece que al menos un 10 % más de personas votaron en total. Y Trump tuvo un aumento de un poco más del 20 % (¿en serio?). Pero lo más importante es que Biden y Harris han ganado inequívocamente demostrando la voluntad de cambio del país y, quizá, del mundo.
Un bully es una palabra en inglés que muchas veces se asocia a las personas que buscan intimidar a quienes identifican como vulnerables y a una percepción de un desequilibrio de poder. Aunque se asocia a determinadas edades -niños pequeños y adolescentes-, suele ocurrir en adultos llegando a poder ser aún más delicado. Creo que todos hemos vivido la diferencia entre líderes, jefes exigentes y bullies. Un líder es generalmente más inspirador; más que imponer autoridad, trata de desarrollar a las personas y ayudarlas a alcanzar su máximo potencial con la claridad de que esa es la mejor forma de valorar su equipo y la organización. Un jefe exigente no es necesariamente malo; dependerá del rol en cuestión, la cultura organizacional y la forma como actúa, desde la definición de los altos estándares y excelencia o presionando para obtener resultados. Un bully, por el contrario, usa el poder para sus propios propósitos o denigrar a los demás y logra resultados a pesar de las personas. Esto no es algo que deba tomarse a la ligera y puede suceder en cualquier organización o país. Según mi experiencia, la mejor forma de lidiar con un bully es enfrentarlo pública y colectivamente, situación en que la mayoría retrocederá cuando esté expuesto.
Trump es un bully. Lo triste es que todo el mundo lo sabe y aún así fue elegido presidente de uno de los países más poderosos del mundo, con un incremento del casi 20 % de votos en la segunda elección (¿en serio?). Sí, es cierto que es hora de sanar y habrá mucho trabajo por hacer, pero la victoria de Biden y Harris después de cuatro años de Trump es un momento histórico: el voto por la esperanza y por un futuro mejor basado en la equidad y la justicia. Y para mí en particular, ha devuelto la confianza de que sí se puede, ante la confusión y la desinformación, tomar decisiones democráticas colectivas. Este ha sido un mensaje poderoso, y no de victoria de los demócratas contra los republicanos; no, esto definitivamente no es solo una victoria política. Es una victoria a favor de la diversidad, contra los bullies y de la creencia en un mundo más humano.