Qué hijuemadre cosa tan aburridora: uno tras otro aparecen entuertos y patas a los escándalos, mostrando lo peor de la sociedad en que vivimos. Y ahí vamos acostumbrándonos, porque se nos vuelven paisaje.
Qué mejor ejemplo que el caso Odebrecht y todo lo que envuelve, incluyendo tragedias de corte griego como la de Jorge Enrique Pizano y su hijo. Este temita devela las truculencias del poder corruptor, lleno de tentáculos que abrazan y aprietan y que se tiran la supuesta probidad de los adalides y prohombres que le ponen el pecho al progreso y al desarrollo de esta nación.
Mal, muy mal. Más allá de los escándalos, la corrupción deja de manifiesto la cantidad de tiempo que le hemos dado a los que coaptan lo público en favor de sus intereses. Tiempo...