La visita del presidente Iván Duque a Urabá prende un bombillito de esperanza para que la región reciba los cuidados y la atención que merece. Para que sus largos conflictos encuentren alivio. No se entiende que una zona con el inmenso potencial humano y económico que tiene continúe golpeada por la ilegalidad y la pobreza, por la inseguridad y el abandono que se palpan en varios de sus cascos urbanos y de sus caseríos rodeados por mar, selva y ríos de una belleza y una violencia sobrecogedoras y desconcertantes. Urabá, hermosa y trágica.
No se trata de una visión pesimista, no. Allí hay demasiado empeño comunitario en salir adelante y dejar atrás décadas sangrientas como la de los noventa, con masacres, desplazamientos forzados, asesinatos selectivos...