Aunque son muchas las zonas de la geografía nacional ignoradas por el Estado, no hay rincón de esa geografía donde, en épocas preelectorales, no encontremos publicidad política. En ese propósito todos los espacios son urgentes y productivos. Media de ron o un tamal borran qué tan ignorados han sido de los programas nacionales y su papel como objeto de burla de las promesas de campaña.
Al observar la publicidad en las calles, carreteras, caminos veredales, postes de energía, paredes, vidrios de vehículos, volantes, anuncios de prensa, la incursión estrepitosa en las redes sociales, incluso, en los correos personales y las pautas de radio y TV, queda la sensación de que somos todavía una cultura incipiente, de la imagen, la sugestión y la guerra...