Nicolás Maduro votó el domingo bien temprano, pasadas apenas las seis de la mañana, con un afán infantil de declararse primero en la jornada. Siguió los pasos de todo político, lento en su andar y lento al depositar el sufragio, para luego narrar la verificación del ejercicio en el moderno sistema electoral. Entregó el carné de la patria para corroborar su participación con un código de barras, todo risas y aplausos, mientras las cámaras enfocaban el proceso. Pero sobrevino el fiasco: la pantalla del celular reveló en unas letras oscuras y simples: La persona no existe o el carné fue anulado.
“¿Está bien?”, preguntó nervioso Maduro a la encargada de la confirmación. “Sí”, respondió ella, evitando aumentar el papelón, mientras las tomas oficiales...