Por Andrés Felipe Serna Vélez
Universidad de Antioquia
Programa Historia, semestre 8
andres.sernav@udea.edu.co
Desde hace un par de años la afluencia de migrantes venezolanos hacia Medellín ha sido una constante, y la dictadura de Nicolás Maduro su motivo. Los efectos del fracaso político-económico derivado de las expropiaciones y la estatalización, socavaron la plataforma productiva del país, a su vez, el abuso de las importaciones y la caída del precio del crudo, base de más del 90% de los ingresos estatales, concluyeron en una superinflación ante la cual se está sujeto a una continua lucha por la supervivencia.
Las dinámicas sociales y los hábitos más cotidianos adquirieron así otra faceta. Los venezolanos echan de menos tener una vida normal en la cual poder comprar productos básicos en la tienda más cercana, proveer su auto con gasolina o tener suministro de luz durante todo el día. Dichas carencias aumentan la presión psicológica y en igual medida el deseo de democratización y libertades.
De allí que el peso que busca tener el Estado sobre la vida de sus habitantes haya generado la salida de millones de venezolanos hacia Latinoamérica y el resto del mundo. Un punto geopolítico en el cual se visualiza tal proceso es Cúcuta. La corta ruta después de cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar de San Antonio del Táchira a San Cristóbal, sirve entonces de ejemplo para comprender la proporción de la crisis, donde un pueblo está inmerso en deseos de lucha y sueños aún por cumplir.
Pero ¿cómo es la sensación de estar en Venezuela actualmente? Al visitar San Cristóbal tras una hora de camino en medio de paisajes andinos muy similares a los antiqueños, te reciben hermosos atardeceres en la ciudad de la cordialidad. Si el abandono gubernamental es notorio al igual que el desolado centro de la ciudad, se destacan sus gentes que en un bodegón comparten una polar negra entre amigos. Todos ellos con la pregunta constante sobre qué hacer o a dónde ir, dado que lamentablemente el éxodo parece ser la única solución. Entonces tu familia se disgrega: está en Perú, Chile, Ecuador o Colombia. Por eso caminar las calles de la ciudad es un acto de memoria y de esperanza, tanto por recuperar sus vidas como por querer estar unidos de nuevo.
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