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P. Hernando Uribe
Columnista

P. Hernando Uribe

Publicado

Ver y oír

Por hernando uribe c., OCD*

hernandouribe@une.net.co

Ver y oír son las actividades más poderosas del ser vivo que es el hombre, y más si esta actividad múltiple se refiere ante todo a los ojos y los oídos del alma. El ser humano nace, vive, muere y resucita en cuerpo y alma, ya que éstas son sus dos dimensiones esenciales, distinguibles, no separables, y el cadáver no es el cuerpo, sino el residuo que queda en un proceso de transformación radical en cuerpo y alma hacia la plenitud de la vida, que es Dios. Y así, al morir acabamos de nacer en cuerpo y alma.

El lector del profeta Isaías, al llegar al capítulo 35, experimenta una conmoción que lo desborda, pues vive en un mundo lleno de ciegos, cojos, sordos y mudos. “Se abrirán los ojos del ciego, las orejas del sordo se destaparán, saltará el cojo como ciervo, la lengua del mudo gritará de júbilo”.

Siete siglos después de Isaías, Juan Bautista, que está en la cárcel, en desconcierto total, manda preguntar a Jesús si es él el esperado, pues de no serlo, su situación sería desesperada. Y Jesús, en quien tiene cumplimiento la profecía de Isaías, responde: “Cuenten a Juan lo que oyen y ven: ‘los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva, ¡y dichoso el que no halle escándalo en mí!’” (Mt. 11, 5-6).

Jesús es Dios que se hizo hombre con el fin de enseñarle al hombre a ser hombre. Su actividad entera tuvo como único sentido llevar a los hombres a vivir una vida en plenitud, sin ciegos, cojos, leprosos, sordos ni mudos, pues en el hombre que confía en Jesús sanación y salvación van de la mano.

Quien lee el evangelio se encuentra con que el acontecimiento de sanación y salvación se repite sin cesar. Leprosos, ciegos, sordos, mudos, paralíticos, todos quedan restablecidos en su integridad de cuerpo y alma, por lo cual alaban locamente a Jesús, su sanador y salvador.

Navidad es la fiesta del nacimiento de Dios como hombre. Toda celebración de esta fiesta debe tener como objetivo acercarme al Pesebre para que se cumpla en mí lo que aconteció en el Pesebre hace dos mil años.

Y así, me comprometo a cultivar solícitamente mi amistad con Jesús, para adquirir el poder de realizar las mismas acciones que él realizó: sanar a tanto ciego, sordo, mudo y cojo que van por el mundo a la deriva. Maravillosa celebración del regalo portentoso de la Navidad.

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