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Vergüenza militar, con v de Venezuela

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

Con excepción de la alta oficialidad, que come y bebe de la corrupción en gran escala, y que recibe los chorros de billetes del desfalco de PDVSA (la petrolera estatal) y de las mafias del narcotráfico y del mercado negro de víveres y menajes, los coroneles, mayores y capitanes de campo, de fatiga, de las fuerzas armadas de Venezuela viven sumidos en una vergüenza que los desvela.

Son vergonzantes, tal como reza el diccionario de la Real Academia Española: “Que siente vergüenza. Se dice regularmente de quien pide limosna con cierto disimulo o encubriéndose”. Así viven, de las migajas del régimen, al tiempo que son conscientes de su instrumentalización para reprimir y someter a sus conciudadanos a una Constitución y un sistema despedazados por las arbitrariedades políticas y jurídicas de Nicolás Maduro y su cohorte.

En una carta reciente filtrada a la prensa, un general de división reprocha que la Asamblea Constituyente y el Tribunal Supremo de Justicia, en el contubernio que coordina con maquiavelismo tenebroso Diosdado Cabello, quieran incorporar al cuerpo de la Fuerza Pública venezolana a las milicias chavistas, un brazo de corte paramilitar encargado de las tareas de guerra sucia del gobierno.

“El general (Vladimir) Padrino pretende con esto legalizar bandas armadas, una guardia pretoriana al servicio de una organización criminal. Es uno de los peores crímenes contra la República (...) ese inflado y amorfo ilegal cuerpo especial llamado Milicia, se encuentra minado, infiltrado, por células guerrilleras, por elementos mercenarios”, denuncia el alto oficial.

Es previsible que ante los riesgos de un giro en contra, por el descontento de cada vez más militares vergonzantes, Maduro procure tener en las milicias una fuerza leal e incondicional, ascendida a “cuerpo oficial” mediante entuertos legislativos y constitucionales. Ni en la historia reciente de Colombia, a la que Maduro señala de “paramilitarizada” por la derecha, se vieron estas deformidades del Estado, la legalidad y sus instituciones. Otro signo más de la consolidación de un gobierno que degenera y preda, día a día, cualquier resto de formalidad democrática.

Nicolás Maduro es un dictador no solo por su atornillamiento en el poder, con la desgracia de sus torpezas al mando del gobierno venezolano (la tragedia social y económica que todos conocemos), sino por los actos criminales con que ha desbaratado el Estado y la sociedad venezolanas.

“Estamos en presencia de un golpe de Estado continuado -dice el general-, por parte de un grupo que engaña al país”. En algún momento, los militares venezolanos, enfrentados a su vergüenza, tendrán que derrotar la humillación propia, y la de su pueblo.

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