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Óscar Domínguez Giraldo
Columnista

Óscar Domínguez Giraldo

Publicado

Vidas para lelos: Gabriel y Egan (1)

Por óscar domínguez

oscardominguezg@outlook.com

A García Márquez Gabriel lo depositó la cigüeña en Aracataca, municipio de nueve letras como Zipaquirá, donde se crió y se hizo hombre Bernal Gómez Egan.

Gabriel significa varón de Dios, fuerza de Dios; Egan, nombre impuesto por el médico que lo trajo al mundo, llamaron los dioses al primer fuego.

Ambos son de origen humilde. No hubo cuna dorada, tapete cebra ni arzobispo que les echara el agua bautismal.

Ninguno de los dos se imaginó que serían premios Nobel en literatura y en viclismo.

Ambos utilizaron la misma sal en tierras del zipa.

Gabo logró su primer éxito de niño cuando vaticinó la muerte del contrincante de ajedrez de su abuelo.

Egan alcanzó sus primeros triunfos como segundo indomable zipa corriendo en triciclo. El indomable zipa original fue Efraín Forero, ganador de la primera vuelta a Colombia que era para héroes, no para mortales.

García pisó tierra de cachacos por primera vez en enero de 1943. Egan estuvo por vez primera en Bogotá el 13 de enero de 1997, cuando nació. Su familia vivía en Zipaquirá donde lo hicieron mamá Flor y papá Germán. Como no había cama pa tanta gente en el pabellón de maternidad del pueblo, arrancaron para Bogotá donde nació la criaturita.

Dos días después, papá y mamá agarraron al bebé y lo que regresan al país de la sal, donde harían a Ronald, el segundo vástago. Lo cuenta el zipaquireño Gustavo Castro Caycedo, autor de “Cuatro años de soledad” que recrea la vida del Nobel en el pueblo donde estudió bachillerato y del que habló pestes inicialmente.

Menos mal, el caribe García aterrizó en Zipaquirá donde adquirió el “sarampión literario”, según confesó. Menos mal (¿¡) Egan se fracturó la clavícula cuando se preparaba para el giro de Italia. Lo esperaba el tour.

En 1945 al joven poeta García le tocó acompañar al rector de su colegio a una cita en Palacio con el entonces presidente Alberto Lleras, su futuro amigo. Cuando Egan regrese a Colombia tiene cita con el presidente Duque, quien primero le afrijoló la Orden al Mérito. Gracias a una “jugadita” a lo bachiller Macías, expresidente del Senado, se la cambiaron por la Cruz de Boyacá.

García y Bernal son tímidos como suspiro de monja.

Gabo aguantó gurbia en París cuando conoció el Arco del Triunfo, el mismo que le sirvió de escenografía a Egan al ingresar al olimpo de los inmortales por haber ganado la competencia ciclística más apabullante.

García Márquez habló solo en español cuando recibió el Nobel en Estocolmo. Cero lágrimas. Enfundado en su liquiliqui miró a los tendidos al responder los aplausos.

Egan, enemigo personal del blablablá, habló el lenguaje de las lágrimas cuando se vistió de amarillo y dándose contra las paredes de los idiomas dio las gracias en inglés, francés, italiano y chibchombiano.

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