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“¡Vivan las motos!”

Por anacristina aristizábal uribe

anacauribe@gmail.com

Eso dicen los más necesitados en un país donde el Estado (local y nacional) no fue capaz de garantizar un sistema público masivo eficiente de transporte; y como no asumió con responsabilidad y diligencia su obligación de movilidad pública, la gente se la consiguió por su cuenta y de una manera fácil (no exigen pruebas de destreza para entregársela ni siquiera que sepa montar en bicicleta) y barata (sale más favorable al mes tener moto que pagar los pasajes del bus).

Porque el transporte “público” que ostenta Colombia realmente está en manos de privados, y es ineficiente. Trabajan cuando les da la soberana voluntad: vaya espere un bus un domingo o un festivo; un 24, un 25 o un 31 de diciembre; un 1° de enero; un Viernes Santo o un día cualquiera después de las 10 de la noche. Es una desgracia aguantarse el ritmo de un conductor que se levantó un día azorado y va por las calles como endemoniado, ignorando que lleva personas como pasajeros; o el día que sin despertarse toma el volante y hace el recorrido tan lento que todo el mundo llega tarde al trabajo o a las citas. O los taxistas que preguntan “para dónde va”, aprovechando que el taxi es de ellos o del patrón y que hacen la carrera que más les convenga, no la que el usuario necesita, porque el Estado nunca les ha exigido la responsabilidad de lo que significa prestar un servicio público, simplemente les da licencia para hacer el negocio.

Cuando los comerciantes entendieron la necesidad de movilidad y se inventaron las más irrisorias formas de pago para comprar una moto, la gente cansada, molesta y hastiada del abuso y la ineficiencia del transporte “público” prestado por privados, se desbocó a comprar motos. Ahora las motos nos tienen asfixiados, hacen parte del problema de polución ambiental, de la contaminación auditiva, sin razón no pagan peajes y están involucradas en el mayor número de accidentes viales.

Me parece loable que Medellín, desde varias administraciones atrás, esté tratando de enderezar el entuerto con el sistema metro (que se extiende al valle del Aburrá). El Estado tiene que reasumir su responsabilidad de la movilidad pública masiva, garantizar su eficiencia en lugares, fechas y horarios. (Si los privados se pellizcan y mejoran, puede que en el futuro les dejen un pedacito de la torta).

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