El 9 de marzo de 1945 fue una noche triste, salvaje, inhumana, sangrienta y demencial. Tokio fue abrazada por más de 1.700 toneladas de bombas napalm M69. Una tormenta de fuego destruyó miles de vidas, millones de sueños con heridas imborrables.
Los japoneses se “rindieron” en unos pocos segundos. Porque desde ese mismo instante comenzaron a construir su propia revancha. 77 años después, Tokio lidera un modelo espectacular de innovación y sostenibilidad denominado “sociedad 5.0”. El centro del modelo: La vida y sus necesidades. La cuarta revolución en todo su esplendor.
Para esa misma época, en 1947, se creó el departamento del Chocó; su capital, Quibdó. Ríos de tinta han confluido analizando la pobreza y el saqueo del Chocó. 75 años después, el debate sobre la deuda ancestral continúa. Es complejo. Está cargado de luces, sombras, muchos asteriscos y matices, pero cero soluciones.
¿Existe una deuda ancestral?, ¿quién la debe?, ¿no existe?, ¿nunca se ha cobrado?, ¿nunca se ha pagado?, ¿ya se pagó?, ¿se ha pagado a medias? ¿O todas las anteriores? ¿O ninguna de las anteriores? Estas preguntas, algunas muy válidas, no activan la solución de los problemas del Chocó.
Entonces, mientras nos seguimos haciendo las preguntas equivocadas, otros están construyendo el futuro. Bill Gates invertirá en Source Global, una empresa capaz de crear, de la nada, agua potable a partir del aire y la luz solar. Ya tiene presencia en 52 países, con más de 450 proyectos. Una innovación pura que soluciona problemas.
Y mientras nos seguimos haciendo las preguntas equivocadas, el fundador de Source Global, Cody Friesen, nos recuerda que el agua ha sido probablemente el mayor desafío de la humanidad.
Y mientras nos seguimos haciendo las preguntas equivocadas, millones de ciudadanos del mundo sufren y sufrirán por el agua. Solo el 0,007 % del agua existente en el planeta es potable. Por culpa de la contaminación y los daños ambientales, este porcentaje es cada vez menor. Por eso, en la matriz de riesgos globales, la probabilidad de guerras por el agua es cada vez más alta.
Y mientras nos seguimos haciendo las preguntas equivocadas, Chocó, bendecido por el encanto del agua, se perpetúa, ante la indiferencia de todos, como un alumno aventajado de la cátedra: “la maldición de los recursos”. El Darién. Los ríos Atrato, San Juan y Baudó. Dos océanos: Pacífico y Atlántico. Una ecorregión con la mayor pluviosidad y biodiversidad del planeta. Y la lista continúa.
Ahora, cuando están tan de moda los pactos, qué tal si hacemos un pacto por el Chocó. Pero de verdad. Que nos una a todos los colombianos en un megaproyecto, en un propósito, para convertir al Chocó en una potencia del agua, de la dignidad, de la energía limpia, de la innovación, del conocimiento, del ecoturismo, del emprendimiento, de la sostenibilidad, con las mejores empresas, la mejor infraestructura, con la mejor calidad de vida del planeta y, sobre todo, con los chocoanos liderando su propia revancha 5.0. Como los japoneses y el gran Tokio, que nunca se rindieron