Querido Gabriel,
En sus memorias, el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso contaba que, en los años 70 en su país se había vuelto burla el título de uno de los últimos libros del escritor Stefan Zweig, refugiado allí de la persecución nazi: Brasil, País de futuro. “Brasil es el país del futuro, ¡y siempre lo será!”, era la expresión irónica que repetían los frustrados brasileños.
Por décadas, esta frase pareció aplicar, tristemente, para el Urabá antioqueño; una región con todo lo necesario para florecer por su posición geográfica, su diversidad, su talento joven y sus tierras privilegiadas. Como el Brasil de los años 90, el Urabá de los años 20 de nuestro siglo experimenta una transformación radical, el surgimiento, tal vez, de un milagro económico y social. ¿Conversamos sobre esta región, su futuro y sus desafíos?
A pesar de su gran potencial, los viejos males colombianos, la violencia, la pobreza, la devastación ambiental, la corrupción y la ineficacia del Estado frustraron por años los grandes proyectos y las aspiraciones de los urabaenses. Ahora estamos, sin embargo, ante vientos de cambio. Gracias al compromiso de varias gobernaciones, las vías de conexión con el resto del Caribe y con Medellín están avanzando a pasos agigantados, incluyendo el emblemático túnel del Toyo que con justicia llevará el nombre de Guillermo Gaviria Echeverri. Las empresas se profesionalizan, se expanden y, con su éxito, atraen a otras: el empleo formal está creciendo a toda marcha. La sede de la Universidad de Antioquia y las inversiones de las Cajas de Compensación en salud, cultura, recreación, educación y hábitat completan este cuadro de esperanza.
La futura conurbación de Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó es una de las regiones con mayor movilidad de carga y crecimiento demográfico del país. La inversión empresarial en hoteles, salud, centros comerciales y, por supuesto, agroindustria, está en su mejor momento. Falta iniciar las obras de Puerto Antioquia, el primer puerto, que jalonará aún más este progreso económico y social. Ojalá la justicia resuelva el asunto con prontitud.
Detrás de todo esto están las instituciones que se fortalecen y maduran. La presencia del Estado, Augura, la Cámara de comercio de Urabá, Prourabá, el comité Universidad Empresa Estado, Comfenalco y Comfama, las fundaciones bananeras e innumerables organizaciones sociales están construyendo el futuro, colectivamente, de la mano de las alcaldías locales.
Hay, por supuesto, riesgos y desafíos. El crimen organizado seguramente teme que este desarrollo le reste espacio; la pobreza y la desigualdad son aún muy altas; los gobiernos locales son todavía frágiles. Como el Brasil del auge, que ahora vemos caer ruidosamente, Urabá también puede perder su impulso y devolverse si no nos organizamos ante estos desafíos.
En los siguientes años, los urabaenses, desde habitantes ancestrales y migrantes, hasta inversionistas e instituciones, debemos jugárnosla a fondo. Esta región herida por la violencia debe sanar, hermanada con Chocó y Córdoba, gracias a un desarrollo incluyente y respetuoso de la diversidad cultural y natural; debe modernizarse conservando su legado, sin perder la alegría. Con el desarrollo empresarial y el empleo deben surgir universidades, museos, teatros, espacios públicos y reservas ambientales.
Con esta ilusión, te sugiero que nuestra tertulia sea allá y esté inspirada en los versos de Yo soy Urabá, la próxima canción de Wilder Noriega, Andrés Grande y Juancho Valencia: “Soy la magia de las manos que trabajan día a día / soy la herencia ancestral que vive todavía / Soy la selva, soy montaña, soy el inmenso mar / Soy alegría y a mi gente con mi canto vengo a representar / Soy un mapa sin fronteras que puedes explorar (...)”
* Director de Comfama