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Cuando los recursos públicos florecen

La Feria de las Flores nos deja la tarea de no olvidar que lo público pertenece a todos y que su uso responsable es motor de unión, cultura y esperanza. De lo contrario, como lo vivimos en la pasada alcaldía, hasta las flores se marchitan.

hace 21 horas
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  • Cuando los recursos públicos florecen

El buen o mal uso de los recursos públicos se nota hasta en las fiestas. Esa es una de las principales conclusiones que deja la Feria de las Flores que acaba de terminar en Medellín.

Nuestra ciudad vivió una de las ediciones más memorables de esta tradicional celebración. Y no solo por el desfile de silleteros, que seguirá siendo su corazón y la hará siempre única en el mundo. Ni únicamente por las decenas de eventos –más de 200 en esta ocasión–, que incluyeron tablados populares en cada comuna con artistas de renombre. Fue memorable, sobre todo, porque demostró, por alto contraste, cómo el despilfarro y la improvisación en el manejo de lo público –como ocurrió en la anterior administración– nos pueden arrebatar hasta la felicidad compartida.

Pocos saben que al durar diez días, la Feria convierte a Medellín en escenario de una de las celebraciones de ciudad de mayor duración en el planeta. El Desfile de Silleteros, en su edición número 68, volvió a ser el alma de la fiesta: más de 500 campesinos de Santa Elena cargaron sus obras florales ante 1,4 millones de asistentes, en un tributo que reafirma la fuerza de una tradición convertida en patrimonio cultural. A su lado, el desfile de autos clásicos y antiguos, que este año partió de la UPB, volvió a destacar como uno de los recorridos más extensos de este tipo en América Latina.

El Festival de la Trova, con el cierre estelar de Lokillo y Jota Pé –entre ambos suman cinco campeonatos nacionales–, ratificó la vigencia del ingenio paisa y su capacidad de dialogar con expresiones como la piquería costeña, la copla llanera o el freestyle urbano. Y sería interminable enumerar las más de 200 actividades gratuitas en comunas, corregimientos y escenarios emblemáticos, con cerca de 4.000 artistas que llenaron de vida espacios como el Pueblito Paisa, Parques del Río y los 21 tablados populares.

Ante el despliegue de alegría y cordialidad que marcaron la edición de este año, se hace inevitable recordar los tropiezos de la Feria durante la alcaldía de Daniel Quintero. En 2021, el desorden organizativo dejó a muchos silleteros sin poder mostrar sus trabajos: solo desfilaron los ganadores, como si el resto no hubiera dedicado meses enteros a elaborar las obras que constituyen la esencia de la tradición. En 2023, se cancelaron eventos como el desfile de chivas, varios conciertos y, sobre todo, las graderías gratuitas para el Desfile de Silleteros, una decisión que privó a miles de ciudadanos del acceso a un espectáculo que debería ser de todos.

La administración de entonces atribuyó las dificultades a la negativa del Concejo de aprobarle una transferencia de $330.000 millones desde EPM. Sin embargo, los corporados recordaron que ya habían autorizado a Quintero más recursos que a cualquier otro alcalde. ¿En qué se usó entonces el dinero? La pregunta sigue abierta, aunque las pistas apuntan a una gestión marcada por la opacidad.

No se trata de mantener un retrovisor encendido en una página que la ciudad ya pasó. Se trata de aprender la lección: cuando los recursos públicos se administran con ligereza o con intereses particulares, se pone en riesgo incluso lo que parecía inamovible, como la fiesta que identifica a Medellín ante el mundo. Los silleteros, con su arte efímero hecho de flores y memoria, nos recuerdan que lo público también es frágil si no se protege con rigor y transparencia.

En este 2025, Medellín demostró que ese bache inicial de la década está superado. La Feria volvió a brillar como una manifestación cultural auténtica, organizada con respeto por sus protagonistas y con un evidente cariño por la ciudad. La recuperación no es sólo logística: es también simbólica, pues reafirma que la identidad cultural antioqueña es más fuerte que cualquier coyuntura política pasajera.

La lección es clara. Cuando el interés colectivo prima sobre la ambición personal, florecen no solo las calles, sino también la confianza ciudadana y el orgullo de pertenecer a esta tierra. La Feria de las Flores nos deja la tarea de no olvidar que lo público pertenece a todos y que su uso responsable puede convertirse en motor de unión, cultura y esperanza. De lo contrario, como ya lo vivimos, hasta las flores se marchitan..

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