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No es difícil pensar que Mandela, el padre de la nación, el hombre, el mito y la leyenda, estaría totalmente abatido si viera lo que hoy sucede en su país.
Esta semana se cumplieron diez años de la muerte del líder sudafricano Nelson Mandela, y las noticias que vienen de su país no son las mejores, ni mucho menos están a la altura de lo que su sacrificio y compromiso consiguieron. El sentimiento con lo que acontece hoy en ese país puede resumirse en una sola palabra: decepción.
Nelson Mandela, la figura icónica de la lucha contra el apartheid murió a los 95 años después de haber pasado 27 de ellos en la prisión de Robben Island, cerca de Cape Town. Fue el primer presidente elegido democráticamente en su país y aún sigue siendo una figura ejemplar en la sociedad, pero la Generación Z, esa que ha crecido sin saber lo que fue la segregación del apartheid, tiene sentimientos encontrados respecto a su herencia.
Mandela salió de prisión en 1991 para acabar con el apartheid, un régimen injusto impuesto por blancos que restringía dónde podían vivir y trabajar los sudafricanos de la comunidad afro y en el que cualquier protesta contra el gobierno se consideraba ilegal. Mandela le devolvió el orgullo y sobre todo la esperanza a un país deshecho por más de cuatro décadas de gobiernos represivos dirigidos por una minoría blanca.
Él trajo la libertad y la democracia a Sudáfrica a través de su partido, African National Congress, (ANC), pero este no ha hecho honor a su legado. Después de tres décadas llevando las riendas del poder, la desigualdad ha aumentado, la corrupción está muy extendida y el país vive en una crisis energética que provoca cortes de energía paralizantes a diario, lo que perjudica toda la economía.
El Banco Mundial tiene datos que hablan de un 60% de desempleo entre la gente joven, una debacle en la educación, violencia de género rampante y una sensación de inseguridad que se extiende sobre todo entre quienes han crecido en zonas pobres. La tasa de asesinatos ha alcanzado sus cifras más altas de los últimos 20 años y la drogadicción crece. Sudáfrica es hoy en día uno de los países más inequitativos del mundo: el 10% de la población posee el 80% de la riqueza.
Lo anterior ha hecho que la Generación Z, pese al respeto que aún siente por la figura de Mandela, considere que él le dio a su pueblo libertad política, pero les falló en la búsqueda de libertad económica. Han pasado diez años desde su muerte y las cosas no han cambiado mucho. Sienten que hay un abismo entre las promesas que Mandela les hizo y la realidad en la que viven.
La gente siente que el gobierno les ha fallado. Los críticos del ANC lo acusan de velar solo por sus intereses de enriquecimiento, mientras la misión de conseguir una mejor vida para los ciudadanos más pobres se ha desdibujado.
El primer semestre del 2024 habrá elecciones en Sudáfrica y son muchas las encuestas que indican que la ANC, puede perder su mayoría por primera vez en la historia. Se dice que tendrá una caída del 50%. El partido político que una vez fue el gran orgullo de Nelson Mandela, ha permitido que la desigualdad y la pobreza se acentúen. Y que aspectos tan importantes como la infraestructura de vías, agua o energía colapsen.
Pero más allá del costo electoral que tendrá todo esto, la decadencia del país duele porque Sudáfrica fue visto como un ejemplo moral y un símbolo de esperanza para el mundo entero. Que haya gente afro que añore la época del apartheid porque, según ellos, la ley sí funcionaba – como se puede ver en un reportaje de la BBC – es más que decepcionante. Que este sea un llamado a no confundir: una cosa que nunca puede volver al mundo es el apartheid, y otra cosa muy distinta es exigir a quienes gobiernan que lo hagan bien, apegándose a la ley, siendo eficientes en la operación del Estado y siendo inteligentes en las palancas que usan para lograr el desarrollo económico.
Resulta igualmente doloroso el aumento de los llamados grupos Dudula, una especie de autodefensas que se dedican a expulsar inmigrantes de Somalia y Etiopía porque consideran que les quitan el trabajo y les traen inseguridad a sus calles.
No es difícil pensar que Mandela, el padre de la nación, el hombre, el mito y la leyenda, estaría totalmente abatido si viera lo que hoy sucede en su país. Durante su último discurso como presidente, en 1999, resumió su legado de esta forma: “hasta donde me ha sido posible he sido capaz de conducir nuestro país hacia una nueva era en la que la gente tenga una vida mejor”. No hay duda de que lo hizo con total honestidad. .