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¿Qué tal sería que, en lugar de aquellas frases poéticas y grandilocuentes que lanza el presidente Gustavo Petro, como las que pronunció en la asamblea de la ONU sobre el fin de la humanidad, el mandatario dedicara parte de esa creatividad y de ese tiempo a tomar con mayor fortaleza las riendas de lo que está pasando hoy en el país?
Puede que en Colombia no se esté dando el apocalipsis, pero los síntomas de desaceleración económica sí son cada día más fuertes. Y si el motor de la economía se enfría, serán muchas las familias las que vivirán su propio acabose.
Este 2023 la economía sufrirá un bajonazo, con un crecimiento que podría estar, en el mejor de los casos, en 1%, de acuerdo con los pronósticos de gremios y analistas. Este será el año del gran ajuste después del rebote económico tras la pandemia, de la definición de las reformas sociales del gobierno, del incremento sostenido en los precios de los combustibles y de una inflación que se resiste a bajar a un ritmo más acelerado.
Todo esto en medio de un panorama de incertidumbre para el sector privado y para los inversionistas, que ven mensajes confusos, anuncios de subsidios sin respaldo técnico, y bandazos en medidas económicas que han repercutido negativamente en el mercado bursátil, que no levanta cabeza.
La desaceleración la sienten con fuerza varios sectores económicos, que siguen viendo mes tras mes una caída en la producción y las ventas. Según la Encuesta Mensual del Dane, en julio de este año la producción real de la industria de las manufacturas cayó 7,2%, mientras que el personal ocupado descendió 5,4%. De 39 actividades industriales 33 registraron retrocesos. La vivienda, por su parte, está llevando la peor parte, con un descenso de más del 50% en las ventas.
En comercio exterior las noticias tampoco son alentadoras. Las exportaciones colombianas reportaron un desplome del 30,8% en julio, siendo más notorio la caída del 43,3% en la venta de combustibles y productos de las industrias extractivas. Si el gobierno quería frenar el sector minero energético lo está logrando, pero los resultados no son los esperados porque no hay otros productos que estén reemplazando lo que se deja de exportar por hidrocarburos y carbón. Las importaciones registraron un descenso del 28% debido a que el sector manufacturero está dejando de traer del exterior maquinaria y equipo.
Los gremios económicos y ex ministros de Hacienda han llamado la atención sobre la necesidad de abordar con seriedad lo que está pasando en el sector productivo y tomar las medidas adecuadas antes de que la desaceleración nos coja ventaja y se convierta en una recesión. El exministro Mauricio Cárdenas dice que tiene la sensación de que el Gobierno ha subestimado lo que está por venir o, lo que sería peor, no le preocupa.
Parece que esto fuera cierto cuando se escuchan las intervenciones del presidente o los mensajes que manda por las redes sociales. Hay una desconexión en torno a lo que dice y frente a lo que está pasando en el país, con agravantes como el llamado a las movilizaciones previstas para este próximo 27 de septiembre para que los colombianos salgan a las calles a respaldar las reformas y sus procesos de paz.
Y falta ver qué pasará en las elecciones de octubre porque si el Pacto Histórico sufre un revés en las urnas, el presidente puede tomar uno de dos caminos: o radicalizarse más, es decir, seguir con sus discursos de división, de culpar a los empresarios y a la oposición por todo lo que pasa, otorgar más subsidios a determinados sectores para calmar las protestas, como en el caso de las recientes ayudas aprobadas para los taxistas.
O, el otro camino, el más sensato pero el menos posible teniendo en cuenta el talante del mandatario, es que ponga en marcha acciones para prender los motores económicos, entre ellos el de la vivienda y la infraestructura, intensivos en mano de obra.
No se necesita ser genio para tomar medidas que impulsen la economía ni esperar que el Banco de la República baje las tasas de interés, decisión que por ahora no se ve cerca teniendo en cuenta que la inflación sigue muy elevada. Colombia es de los pocos países de América Latina que mantiene la inflación en dos dígitos y mientras siga en esos niveles el costo del crédito seguirá caro. Y todavía falta los nuevos aumentos en los precios de los combustibles y el cobro de los nuevos impuestos a los alimentos ultra procesados que acabarán de echarle leña al costo de vida.
El gobierno debe entender que como el Banco de la República no le puede dar un mano para reactivar la economía, tiene que poner a andar la máquina. Ojalá el maquinista ayude y no la siga descarrilando.
De manera que ya que el Gobierno está buscando “el virus de la vida en las estrellas del universo”, bien haría también en buscar cómo mantener los mínimos de bienestar para millones de familias en las menos poéticas, pero más reales, calles de Colombia.