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Y el Presidente Petro no se ha dado cuenta de que Daniel Quintero puede terminar siendo un caballo de Troya para la izquierda y en particular para su proyecto ‘progresista’.
Hace pocos días, el presidente Gustavo Petro escribió en su cuenta de X: “Toda persona que robe dinero público y haya dicho que defendía los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que son los principios de la izquierda, los ha traicionado”. Y mencionó con nombre propio a “el señor Olmedo”.
Una afirmación contundente. Pero surge la pregunta inevitable: ¿y qué piensa Petro de Daniel Quintero? ¿No hay allí suficiente material para la misma condena moral?
A ver Presidente, repasemos. Quintero acaba de ser llamado a juicio por un caso en el cual como alcalde quiso favorecer a un privado: movió cielo y tierra para pagarle $48.000 millones por un terreno que estaba avaluado en solo $3.000 millones. La bobadita de $45.000 millones de regalo. Y como EL COLOMBIANO, gracias a unos valerosos funcionarios que denunciaron, destapó a tiempo el chanchullo, el Consejo de Estado tomó cartas en el asunto y se les cayó “la vuelta”.
Pero Quintero parece que tenía un compromiso importante con el dueño de ese predio de las Palmas, porque no se rindió y antes de terminar su gobierno cambió “un articulito” del POT, por decreto, sin cumplir el requisito de pasar por el Concejo. Y de esa manera, ese predio que no se podía utilizar para edificar porque era de reserva, por obra y gracia de una firma de Quintero se convirtió en súper negocio para el privado. Pero esa “jugadita” es ilegal y por eso la Fiscalía lo acaba de llamar a juicio.
Ese es el llamado a juicio. Pero van 43 imputados, del equipo de la Alcaldía de Daniel Quintero, por todo tipo de anomalías. Con algo de humor dicen que ni Alí Babá se atrevió a tanto. Programas sociales como Buen Comienzo –clave para acabar con la desigualdad desde los cero años– lo feriaron al mejor postor. En Metroparques –entidad que procura que las familias pasen sabroso– se han documentado negocios turbios. Y en el Inder –la mejor estrategia para sacar a los jóvenes de la violencia– dejaron solo canchas destruidas y llenas de huecos.
A EPM la manejaron durante esos cuatro años con un criterio politiquero tal que quedaron contratos por más de $1,6 billones bajo sospecha. Y los entuertos de Afinia tienen a los usuarios de energía de cuatro departamentos de la Costa pagando tarifas más altas.
Por no hablar de las revelaciones sobre su hermano Miguel Quintero, que gracias a su papel de operador de negocios en la sombra, saltó de una modesta casa a tener todo tipo de bienes de lujo.
La lista es mucho más larga. Sin embargo, nada de eso parece importarle al presidente Gustavo Petro, pues le abrió de par en par las puertas del Pacto Histórico a Daniel Quintero y así lo graduó como “de izquierda”.
¿Y por qué lo hace? Porque el exalcalde, hábil como es para tramar, convenció a Petro de que puede ser su carta ganadora. Y el Presidente no se ha dado cuenta de que Quintero puede terminar siendo un caballo de Troya para la izquierda y en particular para su proyecto “progresista”.
Si Daniel Quintero gana a Cepeda, Pizarro y Bolívar en la consulta de octubre –como podría pasar si los votos de la izquierda genuina se fragmentan entre ellos–, el Pacto Histórico prácticamente se quedaría sin candidato que conecte con las bases de la izquierda. Y a la hora de la primera vuelta en mayo, esos votos los podrían recoger candidatos como Claudia López o Sergio Fajardo.
Aceptar a Quintero en la consulta del Pacto Histórico es, desde el punto de vista ético, un contrasentido. Desde el ideológico, una traición a la bandera de los más pobres, cuyos recursos fueron malversados. Y desde lo político, puede llegar a convertirse en un error estratégico.
La filosofía política enseña que cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo, deja de ser transformador y se vuelve tiránico en sus formas, aunque se disfrace de progresismo. Maquiavelo advertía que el príncipe debía ser temido si no podía ser amado, pero lo que hoy vemos es más grave: un líder dispuesto a mirar para otro lado ante la presunta corrupción, con tal de consolidar un proyecto personal. La decadencia moral de cualquier movimiento solo está a un paso.
No es fácil explicar cómo Cepeda, Bolívar y Pizarro aceptan sin chistar lo que ayer condenaban. Como si la corrupción fuera tolerable para “ganar”. No comprenden que, con cada silencio y cada aplauso, también ellos están escribiendo su historia en el lado oscuro, legitimando lo que juraban combatir.
Y como en la historia del Caballo de Troya, el abrir la puerta, saldrán de adentro del enorme armazón de madera, un “ejército” inesperado que, por sus principios y sus intereses, puede incluso destruir al llamado “progresismo”.